La complicada orografía de Ribeira Sacra es una de las claves de las expresiones tan fascinantes que ofrecen sus mejores vinos. En su obra de 1843 Observaciones sobre el cultivo de la vid en Galicia, el catedrático de Química e Historia Natural Antonio Casares escribe sobre la superioridad que en general tienen los vinos de las riberas de los ríos de Galicia respecto a los de los valles y citaba textualmente: “las del Miño, Sil i aun del Avia están muy inclinadas al horizonte, i tanto que en algunos puntos es preciso poner á cada cepa una pared que contenga la tierra que necesita para vegetar”.
En Ribeira Sacra confluyen los ríos Sil y Miño junto a afluentes como el Bibei, que marca la frontera con la DO Valdeorras, o el Cabe que atraviesa Monforte de Lemos y en cuyas laderas también se cultivan viñas como comprobamos durante nuestra visita a algunas parcelas de Adega Saíñas en el concejo de Pantón. El Sil a su vez hace de frontera entre las provincias de Lugo (al norte) y Ourense (ver mapa superior con las distintas subzonas y límite provinciales). Con orientación sur-sudeste, las viñas de Amandi, en la ribera derecha del Sil ya se consideraban la joya de la corona en tiempos de Casares: “El vino que producen es superior al que dan las de la ribera opuesta, apesar de ser el terreno i las variedades de la vid las mismas: aquella recibe la influencia de los rayos solares casi todo el día, mientras que sobre la otra caen tan solo por la tarde i oblicuamente”, escribía a mediados del XIX.
Pedro Rodríguez de Guímaro, que conoce muy bien esta orilla, nos contaba que aún hoy “en zonas de maduración complicada y a mismos suelos, la orientación es lo más importante”, pero cree que el cambio climático beneficia a la región en su conjunto y en particular a las que hasta ahora habían sido sus zonas más desfavorecidas. “Desde siempre se ha buscado la protección del norte, pero ahora esto está cambiando”, explica.
Sin embargo, no todos los productores priorizan los mismos factores. En línea con sus vinos aéreos y delicados, Curro Bareño de Fedellos de Couto, favorece la altitud “porque alarga el ciclo” y las orientaciones de mañana “no solo porque sean menos calientes, sino también más sanas porque aquí es donde antes se elimina el rocío”. En Algueira les cuesta elegir: “Es todo: suelo, altitud, orientación…”, dice Fernando González Riveiro. Y da incluso nuevas claves: “En la parcela de donde sale el Pizarra me he dado cuenta de que el aire es lo más determinante porque hay un pasillo de viento atlántico que enfría la viña por la mañana”. Fredi Torres, por su parte, incide en el factor humano: “Las personas son más importantes que los suelos y esto es algo que ha fallado mucho en esta zona donde el vino ha sido un producto de subsistencia. Dependo de la gente y necesito su confianza; lo que más me asusta e importa es el viticultor”, reflexiona.
El terreno también tiene su complejidad. Como parte del Macizo Galaico-Leonés, está constituido por rocas ígneas (sobre todo granito) y metamórficas (pizarra, esquistos y gneiss) con abundante presencia de minerales. Alfonso Torrente de Envínate, por ejemplo, señala una veta de cuarzo como el gran elemento diferencial de su parcela de Seoane en la subzona de Amandi.
Cada productor tiene sus preferencias. Torres considera que el esquisto de Ribeira Sacra es interesante, pero no tan fragmentado como el de Priorat donde trabaja desde hace años. “En Sílice buscamos el granito descompuesto. Creo que, a la mencía, que no tiene mucha acidez, le convienen más el granito y los suelos fríos”, señala. En Algueira, en cambio, González Riveiro prima la mineralidad de las montañas y la combinación de pizarra, cuarzo y gneiss de sus viñedos de Doade (aquí está la única veta pizarrosa en la subzona de Amandi) y Abeleda, en la orilla opuesta del Sil.
Bareño señala también la existencia de cortes claros en el terreno: “Hay uno en ángulo que cruza el Sil y marca las dos orillas: a un lado es granítico y al otro metamórfico; y en el Bibei ocurre algo similar con una gran lengua de granito”.
Sumando a esta última experiencia en Ribeira Sacra nuestra visita a la orilla del Bibei que queda en la DO Valdeorras el año pasado, parece evidente que este estrecho valle, con viñedos a mucha mayor altitud que todo lo que le rodea y esa marca de granito en medio de la pizarra tiene una identidad muy diferente del resto de territorios de ambas DO.
El Bibei es también una de las zonas más despobladas de Galicia y de España. “Con una media de edad entre los viticultores de 80 años, es muy difícil encontrar relevo generacional y al final nos acaban dejando las viñas para que las trabajemos”, explicaba Paula Fernández, enóloga de Dominio do Bibei. Este proyecto iniciado por el empresario Javier Domínguez en 2001 ha conseguido reunir 150 hectáreas de terreno de las que hoy 36 son de viña. Es un islote de grandeza en medio de un paisaje de bancales abandonados y ganados por el bosque.
Por su parte, Laura Lorenzo, de Daterra Viticultores y antigua enóloga de Dominio do Bibei, habla de una zona por la que “solo se han interesado las eléctricas” y con unos altísimos costes de producción que solo ha permitido preservar las parcelas destinadas al autoconsumo. Con unas 30.000 botellas de producción frente a las 120.000 de Dominio do Bibei, tuvo que iniciar en 2015 una línea de vinos con uvas de Amandi porque perdió su cosecha de Manzaneda, el concejo del Bibei en el que trabaja. En 2018 tampoco producirá vinos de aquí.
Pese a su aislamiento, la zona tiene interés para productores de otros puntos de la DO. Eulogio Pomares hace Xabre (85% de mencía y resto de otras variedades) de Manzaneda a modo de vino de négociant para su proyecto Fento Wines; y Ronsel do Sil utiliza mencías viejas de suelos de pizarra y exposición norte del mismo municipio para su Arpegio del que solo elabora 1.500 botellas. Según María José Yravedra, “las pizarras del Bibei no tienen nada que ver con las del Sil”.
Fedellos de Couto ya elabora prácticamente todos sus vinos con uvas del Bibei con excepción del parcelario Cortezada que proviene de Abeleda en Ribeiras do Sil. Su planteamiento actual, según Curro Bareño, es “dejar de mirar a las dos orillas como dos zonas diferentes [Ribeira Sacra y Valdeorras] y ofrecer una visión conjunta del valle”, algo que pueden permitirse al no tener sus vinos acogido a ninguna DO. Su interés por el Bibei se completa con el proyecto Peixes que iniciaron recientemente río arriba en el entorno de Viana do Bolo, una zona que queda fuera del ámbito de los dos Consejos Reguladores y en la que el cultivo de la viña llega hasta los 850 metros.
El Bibei pertenece oficialmente a la subzona Quiroga-Bibei, pero hay notables diferencias entre este estrecho valle y el entorno de Quiroga, que no es sino la prolongación del valle del Sil, con sus característicos suelos pizarrosos, hacia el oeste. Esta es también el área de crecimiento natural de la DO por su orografía más amable (los viñedos que existían en laderas pronunciadas se abandonaron y han sido devorados por el bosque).
En Quiroga, Rectoral de Amandi tiene ya más de 100 hectáreas en bancales de tierra en laderas con 35% de inclinación o más y sigue plantando. “Es la única subzona en la que se permite plantar en llano”, nos contaba el responsable de viñedos y bodega Antonio Vida, cuya primera experiencia en terreno plano será una plantación de godello. Por su parte, Algueira valora la mineralidad de los suelos pizarrosos de esta subzona y tiene allí plantaciones destinadas a vinos jóvenes.
El clima de Quiroga se caracteriza por sus contrastes extremos y alto riesgo de heladas según Pablo González de EDV, una pequeña firma familiar que elabora una mencía y un godello (resultado de la primera vendimia nocturna de la DO) bajo la marca Don Cosme y que trabaja también con garnacha tintorera. Su bodega aprovecha las grutas de las antiguas minas de oro romanas de Margaride. Es un enclave diferente que prueba la diversidad paisajística y el rico pasado histórico de la Ribeira Sacra.
Las bodegas más prestigiosas se concentran siguiendo el curso del Sil hacia el suroeste, en las subzonas de Amandi (la orilla de exposición sur que pertenece a la provincia de Lugo) y Ribeiras do Sil (la orilla opuesta, en la provincia de Ourense; ver mapa arriba). Con frecuencia, como en el caso de Algueira, tienen o trabajan viñas en las dos o incluso en tres como es el caso de Envínate. Además de sus dos parcelarios habituales, Camiño Novo (fantástico y muy expresivo el 2016) y Seoane (los dos en Amandi), probamos el fresco y estructurado Rosende (Ribeiras do Miño) y el floral y muy sabroso Parcela A. Costa (Ribeiras do Sil). El entrada de gama Lousas Viñas de Aldea, en cambio, mezcla uvas de las distintas parcelas.
Además de Quiroga, otra subzona cuyas uvas tienen bastante peso en los coupages es Ribeiras do Miño, que se extiende a lo largo de la orilla derecha de este río. Ponte da Boga, por ejemplo, tiene aquí una finca de casi 17 hectáreas llamada San Vitorio, de donde sale su monovarietal de albariño y una mencía que mezclan con uvas de la misma variedad de la finca Alais que está junto a la bodega y de Amandi para el tinto Bancales Olvidados. Y Losada Fernández mezcla uvas de Amandi y del Miño para su tinto central Don Ventura.
Una de las bodegas más emblemáticas de Ribeiras do Miño es Abadía da Cova. Fundada como destilería en 1958, está dando un giro de tuerca importante con una nueva generación al frente representada en los hermanos Paloma y Adrián Rodríguez. Con el apoyo del joven enólogo Nacho Álvarez, están reestructurando la gama de vinos y lanzando novedades en líneas muy diferentes como la nueva trilogía de rosados, una loureira de maceración carbónica o una nueva gama de tintos monovarietales. Utilizan también bastantes uvas de Montefurado (subzona de Quiroga, muy cerca de la frontera de Valdeorras). La bodega, cuya visita recomendamos, es un increíble mirador al Miño en un entorno verde y frondoso al que se accede por estrechas carreteras jalonadas de castaños.
Casi todos los productores de Rías Baixas que han comenzado a elaborar en Ribeira Sacra se han decantado por la zona del Miño, quizás por una climatología que les resulta más familiar (la pluviometría pasa de 700 mm. en Amandi a 1.000 mm. aquí). Eulogio Pomares (Zárate), que ya cuenta con bodega propia en Pantón, elabora su Penapedre a partir de un paraje del concejo vecino de O Saviñao conocido como Esperón cuyos vinos aparecían citados en la novela del XIX de Benito Vicetto Los hidalgos de Monforte. El vino, fresco y muy firme, combina mencía con distintos tipos de garnacha y un 15% de uvas blancas, lo que le impide estar dentro de DO. Las uvas proceden de una parcela en gran pendiente en la que se conservan cepas de 150 años de antigüedad.
Los viñedos con los que trabaja el tándem formado por Raúl Pérez y Rodrigo Méndez están en el pueblo de Belesar dentro también del concejo de O Saviñao. Tras 20 años trabajando en la zona de Amandi con Algueira y Guímaro, Raúl buscaba un lugar para hacer tintos de corte más atlántico y borgoñón. Con base de 80% de mencía en toda la gama, el top es el parcelario A Boca da Demo, mientras que con el resto de parcelas de esta zona se hace una primera selección para El Curvado y el resto se embotella para el entrada de gama Castro Candaz que lleva el nombre de la bodega.
En la orilla opuesta, en A Peroxa (subzona de Chantada), unos pocos kilómetros al sur de la confluencia del Miño y el Sil, Xabi Seoane reivindica el factor diferencial de esta zona con mayor influencia del Sil que del Miño. El objetivo de su Fazenda Pràdio es hacer una conexión con el viñedo histórico y plurivarietal de hace 200 o 300 años y recuperar la idea de la fazenda, la hacienda familiar que trabaja los recursos que la zona ofrece. Por eso, además de vino, planea en el futuro hacer miel, aguardiente con su bagazo o vinagre.
Junto a esta diversidad de paisajes, existe el potencial poco explorado hasta la fecha de la capacidad de envejecimiento de los vinos de Ribeira Sacra. El gran descubrimiento de mi viaje fue comprobar la buena evolución en botella de tintos no siempre pensados para la guarda, pero sí elaborados con uvas de calidad. Es el caso de un especiado Bancales Olvidados 2009, una mencía de Ponte da Boga que conservaba una sorprendente viveza frutal diez años después. De la misma bodega, probé un complejo merenzao 2008 y el primer brancellao embotellado por esta casa en 2011 que se fue abriendo a notas de flores secas en nariz para ofrecer después toda una explosión herbal en boca.
De Guímaro probé un Finca Meiximán 2008 fermentado en su día en acero y con raspón que, a medida que se oxigenaba en copa, se fue revelando como un tinto serio y con buena firmeza. La añada más antigua fue un Algueira 2006 (antes de que cambiara el nombre a Pizarra) que seguía teniendo mucho de todo y estaba sorprendentemente entero.
A finales de noviembre además pude asistir a una cata vertical de distintos vinos de Pràdio en el restaurante Alkimia de Barcelona que incluyó brancellaos y merenzaos elaborados entre 2013 y 2018 y añadas del 2014 al 2018 de su top Pacio (base de brancellao y merenzao con pequeños porcentajes de caíño y mencía). Más allá de las características particulares de cada añada, ningún vino mostró el menor síntoma de oxidación o cansancio.
Muchos de los mejores tintos que probamos en nuestro viaje no estaban elaborados con mencía. Parece claro que, en la historia reciente de Galicia y en el contexto de una viticultura local y de autoconsumo, se impusieron las variedades de ciclo corto que aseguraban una mejor y más rápida maduración. Pero desde una perspectiva cualitativa que tiene en cuenta los retos del cambio climático, el trabajo de los últimos años se ha orientado justo en la dirección opuesta: uvas de ciclo largo y maduraciones más tardías. “La recuperación se hace mirando al futuro y buscando diversidad”, explica Emilia Díaz Losada, investigadora de EVEGA (Estación de Viticultura y Enoloxía de Galicia).
Según su información se puede hablar de dos grandes familias de variedades en Galicia: las occidentales, asociadas a los caíños, y las orientales, conectadas con otras variedades de la Península (por ejemplo, la godello es hija de la traminer/savagnin y de la castellana blanca). La tendencia en las denominaciones gallegas va en la línea de ampliar el elenco de variedades en sus respectivos reglamentos. “La diferenciación en el futuro será más a nivel de terruño que varietal”, predice Díez Losada.
Los caíños: esencia gallega. El nuevo pliego de condiciones de Ribeira Sacra incluye cuatro: caíño tinto, caíño longo, caíño bravo y caíño branco. Según Díaz Losada, genéticamente todos están relacionados con el caíño bravo que sería el parental, aunque se desconoce la genealogía exacta de la mayoría de ellos. Una excepción es la caíño branco, que desciende de albariño y caíño bravo. La zona de cultivo original de la familia de los caíños es Galicia Occidental y norte de Portugal. Son uvas de maduración tardía que dan vinos con buena estructura y acidez.
Según la experta en variedades de EVEGA, bajo el nombre de caíño longo hay dos variedades, una más ácida y de peor maduración, y otra más cualitativa que es la que más abunda en Galicia. El caíño longo, llamado así por sus racimos largos, madura antes, es algo más productivo y da vinos frescos. El caíño tinto, por otro lado, es la misma tinta femia del morrazo de la zona del Ulla.
Entre los productores que están trabajando la variedad por separado, muy pocos distinguen el tipo de caíño y mencionan la variedad en genérico. Abadía da Cova utiliza caíños de la zona del Miño de mayor acidez para su rosado y más potentes y con mayor extracción de color de Montefurado (Quiroga) para un monovarietal tinto de próxima aparición en el mercado con un punto salvaje y balsámico. Algueira elabora unas pocas botellas para su Amaral de suelos de pizarra en la orilla ourensana del Sil.
Xabi Seoane, quien también la trabaja como monovarietal en Pràdio, dice que es su uva con pH más bajo y mucho de todo en términos de alcohol y acidez. También nos contó que la base tradicional de los vinos de su zona era brancellao y caíño (allí se distingue entre longo, bravo, da terra y redondo y él, de hecho, etiqueta su monovarietal como CL por caíño longo) y que su próxima apuesta será el caíño bravo que, desde su punto de vista, tiene un perfil más próximo al brancellao.
María José Yravedra de Ronsel do Sil señala (y Díaz Losada está de acuerdo en ello) que cuando no se conoce una variedad a menudo se la etiqueta como caíño. Ellos han elaborado por separado a nivel experimental caíño longo, caíño bravo y lo que ella llama caíño freixo “y descubrimos que no tenían nada que ver uno con otro”, pero a nivel comercial los mezclan todos en el tinto Al Pie del Cañón del que apenas se hacen 1.500 botellas.
Brancellao. De ciclo largo, poco color, aérea, borgoñona y de gran acidez, da vinos delicados, pero persistentes y llenos de matices. Paula de Dominio do Bibei señala que “se comporta como una variedad blanca; acaba el ciclo de maduración y sigue vegetando; su acidez es también más propia de blancos”.
Antonio Casares en su obra de mediados del XIX escribía lo siguiente: “Este vidueño es el más abundante en Galicia, i el que puebla casi todas las viñas del Rivero, Amandi, Lemos, Quiroga, Valdeorras i valle de Monterrei. No es mui esquilmeño, pero si de larga vida, i su fruto bien sazonado produce un vino fuerte i de aguante, tarda bastante en madurar, por cuya razón no conviene sino para los sitios cálidos”.
Los únicos datos que tenemos para comparar del siglo XX son de El Viñedo Español, donde, en los años 70, se estimaba que solo quedaba un 5% de esta variedad en Lugo, aunque la mencía en ese momento solo representaba el 25% de la superficie de viña de la provincia frente a un 20% de alicante y un 10% de garnacha tintorera (curioso que alicante y tintorera se reflejaran como variedades diferentes). A nivel genético, según Emilia Díaz Losada, la brancellao se sitúa a medio camino entre los caíños y las variedades de origen europeo y está demostrado que la albarello es la misma variedad.
Algunos de los monovarietales más destacados de brancellao en la zona los firman Algueira (Serradelo, aunque se ha comercializado también como Albarello), Ponte da Boga (Porto de Lobos), Ronsel do Sil (Alpendre) o Pràdio (BRZ). Dominio do Bibei lo combina con un 15% de mouratón.
Merenzao. Es la trousseau francesa, la bastardo portuguesa, la verdejo negro asturiana y la tintilla de Canarias. La primera cita de su cultivo en España se atribuye a Abela (1855) y se menciona precisamente en Orense. Su comportamiento en viñedo es casi el opuesto a la brancellao, ya que es una variedad de ciclo corto y maduración temprana. Es de las más vinificadas entre las minoritarias en la zona. La elaboran por separado Fedellos de Couto (Bastarda), Algueira (Risco), Ponte da Boga (Capricho de Merenzao), Ronsel do Sil (Alpendre) o Pràdio (MRZ).
Espadeiro. No está autorizada en Ribeira Sacra, pero es otra de las variedades gallegas más prometedoras y por la que se están interesando también productores de esta región. Relacionada con la familia de variedades de Galicia oriental, cumple con el patrón del ciclo largo, tiene carácter aéreo y evocador y una riqueza de matices similar a la brancellao, pero con más carga polifenólica, según señala la información de EVEGA.
Sousón. Potente y de gran estructura tánica, Dominique Roujou la describe como “la cariñena de Galicia si la tienes en suelo pobre”, mientras que otros la consideran la “graciano gallega”. Es, por ejemplo, de lo poco que planta Rectoral de Amandi aparte de mencía para dar color y estructura a sus vinos. Constituye el arma secreta de muchos ensamblajes cuando se busca un poco más punch en los tintos (¿la alternativa indígena a la garnacha tintorera?), aunque rara vez se vinifica por separado. Algueira lo ha probado en el Castagaia, que no es sino una escisión de su Fincas que combina caíño y sousón y donde el carácter poderoso de esta última parece imponerse en la mezcla. Según Emilia Díaz Losada, está relacionada genéticamente con los caíños.
Garnacha Tintorera o Alicante Bouschet. Uva invasora de alta carga colorante que se extendió por Galicia tras la filoxera (el equivalente en blanca es la palomino). Aunque muchas cepas se han reinjertado o sustituido con variedades autóctonas, existe un patrimonio muy interesante de viña vieja cuyo potencial ha llamado la atención de muchos productores. Presencia habitual en los viñedos de cierta edad, la tintorera participa en el ensamblaje de numerosos tintos de la zona y juega un papel determinante en bodegas como Daterra Viticultores. Uno de los primeros en llamar la atención sobre ella fue Dirk Niepoort cuyo Ladredo, elaborado a partir de un viñedo de Guímaro del mismo nombre, tiene un 30% de tintorera. Al estar fuera del listado de variedades principales, no podría trabajarse como monovarietal dentro de DO, pero no obstante probamos experiencias de próxima aparición en el mercado a cargo de Abadía da Cova (potente, mucha acidez, buena textura por el trabajo con lías) y EDV.
Branco Lexítimo. Es el mismo albarín blanco que se cultiva en Asturias. Según EVEGA, su origen podría estar relacionado con las variedades orientales gallegas, pero aún no hay datos concluyentes en este sentido. Una gran mayoría de elaboradores destaca su alta acidez, pero para Díez Losada este punto está bastante condicionado por dónde se cultive la variedad. En nuestro viaje probamos el branco lexítimo de carácter muy floral, seco y vibrante de Ponte da Boga, y otro de Algueira trabajado en ánfora de cerámica italiana con un perfil aromático más neutro, pero también con mucha acidez.
Otras blancas. La godello se ha impuesto hasta ahora como variedad favorita de la zona, ya sea como monovarietal o ensamblada con albariño, treixadura y dona branca, pero también hay ejemplos de monovarietales de otras variedades como loureira (Abadía da Cova hace una versión en maceración carbónica), dona branca (Pràdio y Ronsel do Sil), treixadura (Ronsel do Sil) o albariño (Ponte de Boga). El asesor de esta última bodega, Dominique Roujou, cree que la Ribeira Sacra es una gran tierra de blancos y Fredi Torres de Sílice Viticultores, que tiene en mercado un blanco multivarietal de entrada de gama, considera que el gran blanco de la región aún está por hacer. La palomino, que sigue teniendo su presencia en la zona no está recogida en el reglamento, pero hay elaboradores que la trabajan (Da Terra Viticulores es el caso más claro) o que la incluyen en sus ensamblajes casi siempre en porcentajes muy pequeños.