Tomás Postigo
Calle Estación, 12, 47300, Peñafiel, Valladolid, España
tomaspostigo.es
Enólogo de peso en Ribera del Duero, Tomás Postigo estuvo al frente de los vinos de Pago de Carraovejas entre 1988 y 2008, y en la siguiente cosecha, 2009, inició su propio proyecto en la región. La continuidad está asegurada gracias a sus cuatro hijos, que se van incorporando progresivamente al día a día de la bodega.
En esencia, el concepto de ribera de Tomás Postigo no ha cambiado con el tiempo. Es un tinto de coupage, tanto en lo que atañe al origen de la uva como a la mezcla de variedades. Compra en distintos municipios como Moradillo de Roa, Fuentenebro, Olmedillo o Pesquera entre otros, con una especial atención por zonas de páramo o de cierta de altitud. Le gusta ensamblar la tempranillo con castas internacionales como cabernet, merlot y malbec que, desde su punto de vista, aportan la garra y acidez que a veces se echa de menos en la variedad local.
Aunque empezó comprando todas sus uvas a terceros, en los últimos cinco años ha apostado por tener sus propias viñas y cuenta ya con 25 hectáreas repartidas entre Peñafiel, Curiel de Duero y Castrillo de Duero. El objetivo es poder cubrir todas sus necesidades de variedades foráneas. “La cabernet es muy esclava para el viticultor porque exige doble poda en verde y aunque pagamos buenos precios por la uva, obliga al viticultor a trabajar el doble que con la tempranillo”, señala Postigo. En 2019 plantó una viña de 14 hectáreas en el páramo a 850 metros de altitud con cabernet, merlot y malbec que ha tenido que vallar para protegerla de los corzos. Un poco más abajo tiene un campo de madres de distintos clones de tempranillo, aunque hasta el momento su favorito es el A1 que procede de la Universidad de Davis por su carácter muy poco productivo. En la merlot su obsesión es evitar los verdores, mientras que de la malbec (tiene ya más de tres hectáreas) destaca su nervio, acidez y la importancia de limitar su participación al ser una variedad muy dominante y con marcadas notas florales de violeta.
En sus funcionales instalaciones de Peñafiel, la primera máxima es “que la pepita no se rompa y se mantenga intacta durante todo el proceso para evitar astringencias y conseguir vinos más longevos”. De ahí que realicen un despalillado suave mediante vibración para conseguir granos prácticamente enteros y trabajen por gravedad con ovis movidos mediante grúa para bombeos y extraer mediante la práctica del délestage. De cara a la fermentación, tienen su propia selección de levaduras orientada a conseguir pH más bajos. Aunque vinifican por variedades, suele ensamblar antes de meter a barrica o en los primeros estadios de crianza.
Ahora que se impone la madera usada, Postigo sigue elaborando todos sus tintos en madera nueva y es un gran defensor de la maloláctica en barrica porque, desde su punto de vista, estabiliza el color, aporta complejidad, taninos más dulces y alarga la vida de los vinos. Ajeno a las modas, el Tomás Postigo Vinificación Integral de producción muy limitada (1.500 botellas, 175 €) se elabora en un 200% de madera nueva y solo en formato magnum.
La bodega produce cerca de 300.000 botellas al año. Los vinos siguen el patrón clásico de la zona, pero destacan por su precisión y texturas elegantes; el aporte de madera se modera con la evolución en botella. El tinto central, con 12 meses de crianza en roble, se ha renombrado como Tomás Postigo 3º Año (28 €), siguiendo la antigua nomenclatura que hacía alusión al año de salida al mercado y que le permite desmarcarse de las indicaciones de envejecimiento que han dominado la zona. El 5º Año (43 €, unas 15.000 botellas) que le precedió en el mercado es el mismo vino, pero sale con 36 meses de envejecimiento en botella y no se comercializa todas las añadas. La gama se completa con Tomás Postigo Rebollo, otra rareza criada en roble español y también limitada al formato mágnum (1.500 botellas, 125 €) y un verdejo trabajado en madera con viñas viejas de Segovia que se vende fuera de la DO Rueda (14.000 botellas, 20 €).
Postigo ve la Ribera del Duero como una gran historia de éxito, con una evolución meteórica, pero advierte de que la zona se está polarizando: “Aumentan las distancias entre los vinos buenos y los mediocres y esto tiene un reflejo directo en el precio de la uva que durante mucho tiempo fue mucho más homogéneo”, señala.
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