La familia de Alejandro Perfecto no ha tenido nunca bodega pero lleva varias generaciones cultivando viña en Alfaro y Aldeanueva de Ebro, en la parte más oriental de Rioja. Es una zona cooperativista y tradicionalmente vinculada al volumen, pero según Alejandro, no por el potencial de la viña, sino porque se vendía mucha uva para bodegas en otros lugares de Rioja y porque los embotellados solo empezaron a aparecer hace unos 25 años.
Es una zona cálida, pero Alejandro cree que se puede mantener la frescura de la uva con un buen cuidado de la viña y controlando la vendimia. Convencido de la calidad de algunas de las parcelas familiares más viejas, Alejandro dejó su trabajo en una empresa de productos enológicos tras convencer a su mujer para destinar sus ahorros a Temerario, el proyecto de vinos que lanzó con la añada 2023 centrado en las viñas familiares más viejas y menos productivas trabajadas sin herbicidas y con abonos orgánicos. Cuenta con el apoyo y la ayuda de su padre y su hermano en el campo y de Bárbara Palacios, que le cedió un espacio en su bodega de Briones, cerca de su domicilio en Haro, lo que le permite controlar mejor los vinos.
Para tantear el mercado y no pillarse los dedos, comenzó con un rosado de prensa directa, para el que seleccionó unos 2.500 kilos de garnacha plantada en 1960 en una finca de 1,5 ha en el paraje Lobera de Alfaro. Para la añada 2024 (2.289 botellas, 15 €) ha cofermentado un 15% de mazuelo con la garnacha, buscando un perfil más fresco, gastronómico y con cierta estructura para que aguante bien en botella. Se vinifica únicamente en inoxidable pero con trabajo de lías de unos cuatro o cinco meses.
En 2024 lanzó al mercado otros tres vinos de la añada 2023. Temerario Blanco (1.273 botellas, 19 €) procede de La Montesa (sin relación con el vino de Álvaro Palacios), una zona con suelos calcáreos que drenan bien. A 380 metros de altitud, el cierzo sopla habitualmente y limpia cualquier rastro de enfermedad en las cepas de viura plantadas en 1977 en vaso y secano con una producción de entre 7.000 y 8.000 kg/ha y potencial de crecimiento en el futuro. Como el rosado, fermenta en inoxidable pero en este caso el vino pasa a bocoyes de 500 litros donde reposa con sus lías durante nueve meses. Con notas de fruta blanca y hierba fresca, es jugoso y agradable en boca, con la madera bien integrada.
Para Temerario Garnacha (2.285 botellas, 19 €) Alejandro selecciona uvas de un par de parcelas -paraje Lobera y paraje Valcaliente, plantado en 1988 en Aldeanueva- que juntas suman unas 0,7 ha. Cada viña se vinifica por separado con paso de ocho meses por bocoyes usados de 500 litros buscando una crianza sutil manteniendo los aromas florales y frutales de la garnacha.
Temerario Mazuela (1.273 botellas, 22,50 €) nace de una viña de 3,5 ha plantada en 1984 en el paraje Esparragal de Alfaro. La idea de este vino es extraer poco para conservar los aromas de la variedad que en este vino se traducen en violetas y fruta roja que acompañan muy bien la ligera rusticidad, frescura y profundidad del vino en boca tras 11 meses de crianza en bocoyes de 500 litros. Es una gran primera añada de una variedad con muy buen pH y acidez, bien adaptada al cambio climático.
De las 15 hectáreas de viñas familiares que todavía se destinan a la cooperativa, Alejandro y su hermano han comenzado a arrancar tempranillo y algunas garnachas plantadas a partir de 1990, que eran aptas para un modelo productivo pero no para el proyecto de Temerario. De momento, en 2025 ya han plantado 1,5 hectáreas de maturana blanca y esperan ampliar la cantidad en un futuro cercano.
Además de Temerario, Alejandro complementa sus ingresos con una asesoría en Fernández Eguiluz, una pequeña bodega familiar de Ábalos.
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