Celler del Roure es uno de los proyectos más interesantes de Valencia. La bodega, situada al suroeste de la provincia dentro de la subzona de Clariano, fue creada a finales de los noventa por Pablo Calatayud tras finalizar sus estudios de agrónomos y por su padre. Ninguno de los dos tenía experiencia en el mundo del vino (de hecho, la familia se dedicaba a la industria del mueble) pero estaban decididos a cultivar viñas en su tierra natal.
Empezaron plantando tempranillo, merlot y cabernet sauvignon, que eran las uvas de moda entonces y que, junto a algo de monastrell, fueron la base de sus primeros vinos. Pese al rápido éxito conseguido tanto en el mercado local como internacional, Pablo Calatayud se dio cuenta, a medida que viajaba y conocía el sector más en profundidad, de que se habían equivocado de camino.
Decidido a encontrar alguna uva local que hubiera sido especialmente significativa en la zona antes de la filoxera, descubrió un pequeño viticultor que cultivaba mandó para su vino de consumo doméstico. El perfil de la variedad era mucho más fresco que el del resto de variedades autóctonas, así que empezaron a injertar sus tempranillos y merlots con mandó y a introducirla paulatinamente en el ensamblaje de su top Maduresa.
En 2006 la familia adquirió una finca con 40 hectáreas de viñedo en Moixent. La propiedad tenía una vieja bodega subterránea con unas 100 tinajas y al cabo de un par de años se animaron a criar algunos vinos en ellas. La gran sorpresa fue que la cerámica no sólo no aportaba sabor a los vinos, sino que los hacía mucho más frescos. Así nació una nueva gama de tintos con base en la uva local mandó y que se presenta bajo el dibujo de una libélula (parotet en valenciano).
Según Pablo Calatayud, la mandó permite realizar una vendimia temprana y conseguir estilo frescos en una zona tan cálida como la suya. Posteriormente, extendieron su exploración a otras variedades locales de ciclo largo que se estaban recuperando en la región, especialmente la arcos. Esta uva tiene una viveza característica y se complementa a la perfección con la mandó y la forcallà.
La bodega cuenta con 60 hectáreas propias y algo más de 25 arrendadas que cubren la mayor parte de sus necesidades. Todo se cultiva en ecológico. La producción es de algo más de 300.000 botellas anuales.
Vinos de tinaja
La fermentación se realiza generalmente en acero inoxidable, pero desde 2015 utilizan también los viejos lagares de piedra que se habían conservado en la bodega. A continuación los vinos van a las tinajas, protegidas con una capa de ácido tartárico.
La gama de vinos de tinaja arranca con el tinto de relación calidad-precio Vermell (9 €, 30.000 botellas), que solía llevar algo de garnacha tintorera y también monastrell en los inicios, pero que desde la cosecha 2023 es un ensamblaje de mandó (70%) y arcos (30%). Sigue con Safrà (12 €, 15.000 botellas), un nombre que evoca el azafrán y donde la proporción de arcos es algo mayor; y termina con Parotet (18 €, 10.000 botellas) donde la arcos alcanza el 70% de la mezcla.
Hay también un blanco llamado Cullerot (10 €, 50.000 botellas), que significa renacuajo en valenciano, y se elabora con una compleja mezcla de variedades blancas locales: macabeo, verdil, malvasía, tortosí, merseguera.
La última novedad y el top de la bodega hasta la fecha es Ferrero i Senís La Pebrella (30 €), elaborado con arcos y forcallà a partir de dos parcelas de base calcárea. Las uvas fermentan con racimo entero en los lagares de piedra de la bodega vieja y, al igual que hacen con sus mandós, crían el vino en tinaja de barro completando con damajuana de cristal.
Clásicos y rosados
La gama originaria de la bodega, que incluía tempranillo y variedades internacionales, también se ha vuelto más local. En Les Alcusses (9,5 €, 100.000 botellas), la base es monastrell, con algo de garnacha tintorera y uvas internacionales mejor adaptadas al clina mediterráneo como la syrah y la petit verdot. En Maduressa (18 €, 20.000 botellas), la monastrell suele representar el 80% y está acompañada de cariñena y mandó. El estilo de estos vinos ha evolucionado hacía tintos más frescos, menos pesados y/o alcohólicos, y con significativamente menos extracción.
La mandó tiene también su expresión rosada en Celler del Roure, en versión tranquila, Les Prunes (12,5 €) y espumosa: el ancestral Les Danses (19 €).
La bodega recibe visitas los fines de semana y días festivos.
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