La finca de Meín, en el municipio de Leiro (Ourense), figura en los libros de historia de Galicia como uno de los primeros asentamientos de población dependientes del Monasterio de San Clodio. Ya en 1158 su abad constató en una cita la buena calidad de las uvas que allí se elaboraban.
La historia moderna de Viña Meín, una de las bodegas pioneras en la configuración de los ribeiros blancos actuales, arranca en 1988 con la replantación y recuperación de variedades autóctonas con la treixadura a la cabeza. Fue fundada por un grupo de amigos y familiares liderados por el abogado y empresario Javier Alén, quien tenía fuertes vínculos emocionales con la zona tras pasar todos los veranos de su infancia en Leiro junto a sus abuelos. En julio de 2019 fue adquirida por parte de la firma de Ribera del Duero Pago de Carraovejas de forma simultánea con Emilio Rojo.
Sus propietarios, la familia Ruiz Aragoneses, dueños también del conocido restaurante de Segovia José María, han creado un importante grupo partiendo de Pago de Carraovejas, su bodega originaria en Peñafiel en Ribera del Duero. Alma Carraovejas es el paraguas que cobija también a Ossian Vides y Vinos (verdejos de viñas viejas de Segovia), Milsetentayseis (segunda bodega en Ribera a partir de uvas del municipio de Fuentenebro) y un incipiente proyecto en Rioja.
En Ribeiro se han hecho con dos de las bodegas más significativas de la región. Si Viña Meín fue el primer blanco de la zona en ganarse el mercado madrileño, Emilio Rojo encarna la figura del viticultor dedicado en cuerpo y alma al cuidado de sus cepas, autor de un único vino de producción muy limitada, precio elevado y capacidad de desarrollo en botella. El acuerdo de compra con este último incluye su continuidad y vinculación al proyecto.
A la parcela de 1,2 hectáreas que constituye la base del Emilio Rojo se suman las algo más de 18 hectáreas adscritas a Viña Meín. Todas ellas están situadas en el valle del Avia. La de Rojo, que dependió antiguamente del Monasterio de San Clodio, se sitúa en la margen derecha del río, en Ibedo, un pequeño núcleo de población cercano a Leiro que se abandonó hace 40 años. Las cepas se ordenan en las tradicionales terrazas de la zona (socalcos). La ubicación se corresponde con la de los viñedos históricos tradicionales: a media ladera para evitar las heladas características de la parte más baja del valle donde se concentra el aire frío. El suelo es poco profundo, de tipo granítico, con textura arenosa y mayor o menor presencia de grava en superficie, conocido localmente como sábrego.
Las viñas de Viña Meín se extienden por la margen izquierda del valle donde también predominan los suelos de sábrego. Son 14 parcelas, la mayoría en la parroquia de San Clodio, en altitudes que van de los 100 a los casi 200 metros. La más grande es la finca de Meín, de 2,5 hectáreas, donde está situada la bodega. Hay una parcela de garnacha tintorera, la más antigua de todas, plantada en 1960. En la parroquia vecina de Gomariz están A Vilerma y Tega do Sal, con suelos que añaden ingredientes diferentes a las arenas graníticas: arcilla en el primer caso y canto rodado y esquisto en el segundo. Con Tega do Sal se hacía en la etapa anterior un vino parcelario asesorado por Comando G, pero en la actualidad estas uvas han vuelto al Viña Meín Blanco. Hay además dos parcelas de tinto en las parroquias de Ribeira (brancellao) y Osebe (caíño longo).
La elaboración combina recipientes de distintos materiales: además de depósitos de acero inoxidable de pequeñas capacidades, foudres, alguna barrica de 600 litros y, en menor medida, hormigón.
La nueva etapa bajo la propiedad de Carraovejas y trabajo enológico de Laura Montero ha simplificado la gama (antes se elaboraba también un blanco fermentado en barrica) para quedarse con dos cuvées en versión blanca y tinta que se comercializan bajo la marca Viña Meín, y el parcelario Emilio Rojo como vino top de la bodega.
La principal novedad en la cosecha 2019, la primera llevada a cabo por los nuevos propietarios, ha sido la adquisición de una prensa para poder trabajar con pequeñas cantidades, separar muy bien el vino flor del de prensa y tener todas las parcelas y variedades muy definidas. A partir de esta riqueza, Laura Montero defiende un coupage de variedades y parcelas con lo que cada uno de estos ingredientes aportan a la complejidad del conjunto. La base, con cerca del 65% es la treixadura que se enriquece con las aportaciones de torrontés, godello, albariño, loureira, lado y caíño blanco. En el tinto han buscado la elegancia desechando las partidas más rústicas. En cuanto a Emilio Rojo, para Laura es un vino de parcela y de personaje porque ha sido el personaje quien a lo largo de los años ha dado forma a su viña y a sus cepas. Otra novedad importante es que se piensa retrasar un poco la salida de los vinos al mercado para que muestren ya matices de su evolución en botella.