Fundada en 1895, esta bodega es historia pura de Rioja. El negocio nace en el entresuelo de la calle La Vega, 25 de Haro, donde Eloy Martínez Pérez residía con su mujer y sus nueve hijos. Secretario en el juzgado de Primera Instancia de Haro, también ayudaba en la elaboración y venta de los vinos que Federico Paternina y Arias hacía en Ollauri bajo la marca Marqués de Terán. En la sociedad incluyó a Félix, su hijo mayor, que se había doctorado ese mismo año en Derecho por la Universidad Central de Madrid.
Los inicios se parecen más a los de una tienda gourmet: además de vino, hacían gaseosa, agua de Seltz y vinagres, y vendían productos de terceros. El primer éxito es un Clarete Selecto de corta crianza dirigido a las clases medias. Luego llegarían los Claretes Finos que, a partir del tercer año, se servían en botellas alambradas. Y los “Superior” que se hacían como Estilo Borgoña y, en versión semidulce, Estilo Sauternes. La marca Martínez Lacuesta se registró en 1909.
Félix Martínez Lacuesta (1873-1922) fue un hombre destacado de su tiempo y el gran estratega del negocio. Ejerció como abogado, periodista y político, llegó a ser presidente de la Diputación de Logroño y de la Caja Vitícola (la entidad que emitió los créditos para replantar el viñedo tras la filoxera) y gobernador civil de Teruel y Zaragoza. Sentó en una famosa conferencia las bases para crear la Mancomunidad del Ebro y, desde el Sindicato de Exportadores de Vino de Rioja, del que fue presidente, luchó para que el vino quedara fuera del proyecto de zonas francas para evitar mezclas indeseables que diluyeran el origen. También animó a su familia a vender en América y, como muchos bodegueros coetáneos, abrió sucursal en Madrid, donde aún existen oficinas propias y donde el vino que llegaba de Rioja se embotelló in situ hasta 1964.
Los hermanos de Félix fueron clave en la gestión del día a día, la exportación y el desarrollo del negocio. La producción de vermut se inició en 1937, en plena Guerra Civil, gracias a su excelente relación con el bodeguero catalán José María Jové, quien finalmente les vendería una “fórmula” que la familia siguió perfeccionando a lo largo de los años. Su aportación fue aplicar el conocimiento de la crianza para elaborar un Vermut Reserva en 2002. El complejo Edición Limitada va más allá y alcanza de 14 meses en barrica de acacia.
La bodega sigue en manos familiares. 60 descendientes son accionistas; de ellos, cinco, incluyendo el enólogo Álvaro Martínez, trabajan activamente en la compañía, aunque la dirección general se ha profesionalizado. En 2009, el negocio se trasladó a una moderna y espaciosa bodega en las afueras de Haro.
Las principales señas de identidad de Martínez Lacuesta son el abastecimiento de uvas de la margen derecha del Ebro, en unos 20 kilómetros a la redonda de Haro (son 110 hectáreas, 60 de ellas propias en los municipios de Haro, Cihuri, Anguciana, Villalba, Fonzaleche…), el uso mayoritario del roble americano, crianzas relativamente largas con trasiegas manuales y una filosofía de vinos frescos de Rioja Alta, de estructura moderada y textura redondeada, de la que no quedan tantos ejemplos en la actualidad.
En los últimos tiempos se ha reorganizado la gama recuperando etiquetas antiguas con su escudo originario, y parte del rico material gráfico del pasado (Félix Martínez también fue un ingenioso publicista). José Luis Martínez Lacuesta, responsable de la oficina de Madrid, ha recopilado la abundante documentación de la familia y contado su historia en la obra Martínez Lacuesta 1895-2022. 125 años de una bodega familiar.
La gama actual arranca con el tinto central Martínez Lacuesta que desde la cosecha 2020 se apellida Cuvée (250.000 botellas, 11 €), un tempranillo con 18 meses en roble americano que supera los estándares de los crianzas al uso y que, al salir con casi cuatro años de botella al mercado, regala una textura más refinada de lo habitual en la categoría. El Reserva, rebautizado como Hinia (45.000 botellas, 20 €) sale al mercado con 10 años (antiguamente lo hacían con 13 años), mientras que el Martínez Lacuesta Colección Familia, que se estrena con la añada 2011, recupera el espíritu del antiguo Reserva Especial y está pensado para tener un largo desarrollo en botella. En estos dos últimos tintos, la tempranillo está apoyada por la graciano y un porcentaje menor de mazuelo.
Campeador, la marca borgoñona histórica de la familia, que se presentaba en botella acorde, ha ganado relevancia para alumbrar una colección de vinos parcelarios que se sitúan en el entorno de los 20 €. El tinto central es el clásico Reserva (20 €) que conserva el ensamblaje clásico de 50% de tempranillo de Rioja Alta y 50% de garnacha de Yerga. Ahora se suma una fresca garnacha con notas casi cítricas de un viñedo de Fonzaleche con orientación norte, y un blanco de viura de un viñedo propio de 55 años realmente original que se estrena en la cosecha 2021 y que fermenta parcialmente con pieles.
La gama de blancos también ha crecido. Además de un fermentado en barrica (8,5 €, 15.000 botellas) y un nuevo tempranillo blanco (8 €), el plato fuerte es el Hinia Reserva en versión blanca (1.000 botellas, 40 €) que se estrena con la añada 2020 y saldrá al mercado esta primavera.
En esta nueva etapa, la bodega también viene dispuesta a ofrecer cantidades muy limitadas de añadas viejas, incluyendo grandes reservas tintos y blancos, y seguir recuperando etiquetas antiguas como un Campeador Gran Reserva 2005 con la mención de Spanish Burgundy.