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BODEGAS

El navarro Luis Moya no ha dejado nunca de estar ligado al mundo del vino. Ingeniero técnico agrícola, se animó a montar un bar con 26 años para luego centrarse más en la elaboración, primero en la cooperativa de Aibar y luego en EVENA, la Estación de Viticultura y Enología de Navarra. Empezó a hacer vino por su cuenta casi como un juego en 2012 hasta desarrollar un proyecto propio que alcanza ya las 25.000 botellas. El foco central está en Navarra, pero también elabora en Rioja y cuenta ya con un txakoli de la zona de Orduña. La mayor parte de sus etiquetas están fuera de DO.

Entre sus logros está la recuperación del txakolingorri, un vino local abierto de color y con fresca acidez que se elaboraba en la cuenca de Pamplona, fundamentalmente a partir de garnacha. Empezó elaborando Ostoki (20 €, menos de 1.000 botellas) con uno de los pocos viñedos tradicionales que quedaban en esta zona, más concretamente en la ladera del monte Ezkaba, en las cosechas 2017 y 2018. Tras un parón de dos años recuperó la elaboración en 2021 con una viña más joven de Cizur Menor que le permite mantener los herbales crujientes y las notas septentrionales de pimienta verde del vino.

De la misma propiedad de Cizur Menor nace el Clarete Cerro Amurdi (unas 1.000 botellas, 13 €), una etiqueta pensada para un consumo más inmediato y en la que la garnacha se acompaña de pinot noir (70%) y pequeños porcentajes de variedades blancas.

El resto de la gama se abastece de unas 4,5 hectáreas arrendadas y repartidas en las subzonas de Valdizarbe (más limos) y la Ribera Alta (más peso de arcilla), entre los municipios de Artazu y Artajona. “Soy muy promiscuo, y muy dado a complicarme la vida. Trabajo primero por parcelas y luego hago los ensamblajes de los vinos”, explica Luis Moya. En general, suele utilizar alrededor de un 15% de raspón en fermentación.

El tinto Korteta (3.000 botellas, 16 €), por ejemplo, es un coupage de varias de estas parcelas con la garnacha como protagonista, pero acompañamiento de alrededor del 10% de graciano que aporta una sensación seca y tensionada. Pasa un año en barrica y otro más en depósito antes del embotellado. Artaxo (1.200 botellas, 22 €), con solo 12 meses en madera, es una garnacha seductora, fragante, jugosa y con perfecto equilibrio dulce-ácido que reduce el ensamblaje a una parcela de Artazu de 30 años y otra de Artajona.

Los tintos parcelarios, que normalmente se trabajan en madera usada y de gran formato durante 12 meses, incluyen Ostoki (20 €, 600 botellas, lugar de hojas en euskera), una expresión herbal, floral y especiada de la garnacha que se beneficia de una vendimia temprana; y El Yesal (28 €, menos de 1.000 botellas), su vino más maduro y también más mineral gracias al alto componente calizo de un suelo de deslumbrante color blanco, que le aporta complejidad y personalidad.

En 2021 elaboró un Korteta Cuvée (1.800 botellas) a partir de una de las parcelas que suele destinar al Korteta estándar y que combina garnacha (50%), monastrell (30%) y tempranillo (20%).

Con viñedos de la provincia de Navarra, pero ubicados en la zona de producción de Rioja, Moya elabora La Tapada (6.000 botellas, 20 €), a partir de una parcela de más de 70 años situada en el municipio de Azagra. La crianza combina barricas usadas de 225 litro, flextank y damajuanas de cristal.

Luis Moya tiene también un proyecto conjunto con Gonzalo Celayeta, otro productor de referencia en Navarra con base en San Martín de Unx (Baja Montaña), municipio del que se abastecen de uva. Bajo la marca Kimera elaboran dos espumosos ancestrales, uno de garnacha blanca con un pequeño aporte de tinta vinificado en blanco, y otro rosado que invierte la proporción de las variedades. Todo arrancó, sin embargo, con la idea de una garnacha tinta criada en tinajas. Tanto les costó conseguir los recipientes que todo les parecía ya una quimera (de ahí el nombre). Kimera tinto (7.000 botellas, 14 €) es fresco, frutal y con las características notas de hierbas mediterráneas de las uvas procedentes de San Martín de Unx.

En la cosecha 2021 Moya comenzó a elaborar Gorobel (1.600 botellas) un blanco de hondarrabi zuri con uvas de Orduña, en la zona del txakoli de Bizkaia. Después de trabajar 10 días con las pieles, el vino combina la acidez y tensión características de la zona con la tanicidad extra que aporta la elaboración.

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