Ribas, firma histórica por excelencia de Mallorca, puede presumir de haber elaborado vino de manera ininterrumpida desde 1711 cuando Pedro Ribas de Cabrera construyó su bodega en Consell.
Su hijo edificaría posteriormente una almazara, hoy convertida en sala de barricas, y la casa familiar. En la Exposición Vinícola de Madrid de 1877, un vino de gargollassa consiguió una medalla “a la perfección”. Entre los documentos históricos que se conservan, hay anotaciones sobre cómo realizar injertos para combatir la filoxera unos años antes de que el insecto alcanzara la isla en 1891.
Durante gran parte del siglo XX, el negocio estuvo focalizado en la venta a granel, tanto en la propia bodega como en la pequeña tienda que la familia gestionaba en el casco antiguo de Palma. Los Ribas se apoyaron en la familia Colom para la gestión y cultivo del viñedo y los vínculos se han mantenido hasta la actualidad en la figura de Toni Colom, tercera generación. El salto al embotellado lo dan las hermanas Juana y María Antonia Ribas en los años ochenta junto al enólogo Francisco Servera. Desde 2004 la dirección está en manos de Araceli y Javier Servera, hijos de María Antonia Ribas y décima generación de un largo linaje de elaboradores.
Junto a las nuevas instalaciones, diseñadas por Rafael Moneo, la casa ha mantenido elementos de distintas épocas: una “bota congrenyada” (bota anillada) fabricada con madera de olivo salvaje y encina y con los anillos realizados también en madera, los lagares antiguos de piedra que esperan recuperar en el futuro o los depósitos de hormigón que se siguen utilizando para la fermentación de la manto negro, su variedad bandera. Moneo recuperó la antigua era, que se utilizaba como parking, para que sirviera de espacio central en torno al que se articula el resto de edificios.
La familia cultiva casi 50 hectáreas de viñedo en Can Ribas, una franja de tierra franco-arenosa con canto rodado y grava en la cubeta de sedimentación de la depresión central de Mallorca, entre la Sierra de Tramontana y las Sierras Centrales. Hay abundancia de rocas calizas y margas con abundante carbonato cálcico. Son suelos de escasa a media profundidad con buen drenaje, pero poca capacidad de retención. Dominan las variedades locales, en especial la manto negro, de la que se ha realizado una concienzuda selección clonal, la gargollassa (Ribas recuperó esta variedad en Mallorca), y las blancas premsal y giró ros. De internacionales cultivan syrah y viognier.
Con unas 220.000 botellas de producción, el 50% se la llevan los tintos y el resto corresponde a blancos y rosados, con gran demanda en la isla. Con las viñas más jóvenes se elabora la gama Ribas, con precios entre los 13 y 16 €. Hay un blanco de prensal con 10% de giró ros, un rosado de manto negro y un tinto con base (alrededor del 55%) de manto negro y porcentajes menores de syrah, callet y merlot). Sió (el nombre es un homenaje a la abuela de Araceli y Javier) se apoya en viñas viejas. Hay un blanco de cierta opulencia con base de prensal, algo de giró ros y en torno a un 30% de viognier criado en barrica, un original rosado de gargollassa de producción muy reducida y un equilibrado tinto de mantonegro (60%) acompañado de syrah y un pequeño porcentaje de gargollassa. En las mejores añadas se elabora Ribas de Cabrera, con mayor concentración, profundidad y capacidad de guarda, que busca la expresión de las cepas más viejas de manto negro y se acompaña de una pequeña cantidad de syrah.
El único monovarietal tinto de manto negro es Desconfía de la gente que no bebe. Con provocativa etiqueta, busca una versión más ligera y refinada de la variedad y destaca por su elegante textura. Todos los vinos llevan el sello ecológico.
La bodega ofrece visitas guiadas con cita previa y cuenta con un wine bar para el que no es necesario realizar reserva.