Álvaro Loza es el más joven de los miembros de Martes of Wine, el grupo de pequeños productores apegados al terruño que encarna la última generación que viene pisando fuerte en Rioja. Nacido en Haro en 1995, sus padres no han tenido relación con el vino, pero su bisabuelo era pastor y cultivaba un poco de cereal y viña; y su abuelo le transmitió que el vino era felicidad y alegría. Quizás por eso tras estudiar un año de ingeniería mecánica se pasó al grado superior de vitivinicultura y hoy ha convertido las cuatro parcelitas de viña que conservaba su abuelo en la base de su proyecto.
Desde que asomó la cabeza en el mundo del vino, Álvaro no ha dejado de viajar. Hizo sus primeras prácticas en una pequeña bodega de Montepellier y las segundas, en 2016, en la Escuela de Enología de Beaune (Borgoña). De allí se fue a Napa (California) para vivir la vendimia durante tres meses y en 2017 volvió a Francia, a Condrieu (Ródano Norte), para aprender nueve meses con un pequeño productor. En 2018 tocó Tasmania y al año siguiente Domaine Léon en la Côte des Bar (Champagne) antes de incorporarse a la vendimia de Clos Ibai en Rioja y animarse él también con sus primeros vinos en la cosecha 2019. Desde entonces ha sido capaz de cambiar de hemisferio para alternar vendimias con Marlise Nieman en Bot River (Cape South Coast, Sudáfrica) y atender las de Champagne y Rioja donde oficia de bodeguero de Clos Ibai y dispone de un pequeño espacio para sus vinos.
El proyecto ha arrancado con dos referencias. Contacto (25 € en España) es un vino naranja. La etiqueta es una homenaje a su abuelo: muestra su mano y la de Álvaro emulando el fresco de “La Creación de Adán” pintado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina). Es una viura elaborada por el sistema de maceración carbónica con dos semanas con pieles y sin sulfitos añadidos. Empezó con 450 botellas y en 2021 ya tiene 1.000. Las uvas proceden de un viñedo de Elciego cultivado en ecológico.
El tinto, que se llama Álvaro Loza y se vende en torno a los 30 € en España, se apoya en la viña de su abuelo que empezó a cultivar en ecológico en 2019. Está repartida en cuatro parcelitas: dos en Haro y otras dos en Labastida. Las de Haro, una en vaso y otra en espaldera, se encuentran en el meandro de Zaco, junto al río Ebro. En ellas confluye una zona fundamentalmente arenosa y otra con abundante canto rodado. Las de Labastida (aquí también hay una en vaso y otra en espaldera) ocupan una misma terraza a caballo entre los parajes de Cien Reales y Las Viñuelas. Lo más notable es que las cepas se asientan sobre una gran lastra de roca arenisca con sedimentos de carbonato cálcico, un suelo que, según Loza, ayuda a construir el tanino fresco que caracteriza al vino y que contribuye a alargar el final de boca. Con excepción de algunas cepas de blanco y cierta mezcla de castas en las partes más viejas, casi todo es tempranillo.
El 2019 se elaboró exclusivamente con uvas tintas despalilladas, pero en añadas posteriores ha incluido las blancas y porcentajes variables de raspón en función de las características de la añada. La crianza se realiza en barricas usadas de gran formato. De la primera cosecha solo hay 1.800 botellas que se venden en el entorno de los 30 €, pero espera que la reposición de faltas y el trabajo en viña le permitan aumentar la producción en los próximos años.
Para poder financiar el diseño de la etiqueta de su vino tinto que firma el estudio riojano Calcco hizo una preventa ofreciendo botellas personalizadas con el nombre de los compradores. Fue un éxito y ahora tiene la imagen seria y elegante que buscaba (“es como una declaración de intenciones”, dice) incluido un collarín con un llamativo león alado que duplica el trabajo de etiquetar a mano. El vino se distingue por su expresividad y una energía muy particular; es profundo, con mucha carga de fruta y garra en boca. Se puede encontrar en España a través de La Tintorería.
