Bodega Arzuaga Navarro | Spanish Wine Lover

Pasión por el vino español

BODEGAS

Una de las bodegas destacadas de la década de los noventa en la Ribera del Duero, su historia comienza con la compra por parte del empresario Florentino Arzuaga de la finca La Planta, una propiedad de 1.400 hectáreas situada a poco más de 900 metros de altitud en el páramo de Quintanilla de Onésimo, en Valladolid. El proyecto se completa con la edificación de una bodega al pie de la N-122 en la actual “milla de oro” de la Ribera del Duero.

Hoy la dirección corre a cargo de la segunda generación: Ignacio Arzuaga en la parte del vino y su hermana Amaya, con una brillante trayectoria como empresaria y diseñadora de moda, al frente del hotel spa de cinco estrellas y el restaurante con una estrella Michelin Taller Arzuaga.

La bodega se ha convertido en uno de los principales destinos enoturísticos de la Ribera del Duero, tanto por su oferta de alojamiento y restauración como por la visita a La Planta. Aquí, además de las 70 hectáreas de viñedo cultivadas en su parte central, se pueden avistar decenas de ciervos y jabalíes y fotografiarse junto a la gigantesca encina (a la que se refieren como milenaria) que da nombre a la finca.

Con 377 hectáreas que estarán en plena producción en unos pocos años, Arzuaga también va camino de convertirse en una de los mayores propietarias de viñedo de la DO. Además del viñedo de La Planta y el que rodea la bodega, cuenta con distintas fincas en las laderas que descienden desde el páramo como Barquillo en Quintanilla de Onésimo, uno de las pocos viñedos parcialmente aterrazados del Duero, o La Quemada, 34 hectáreas en la vertiente opuesta del valle, en el municipio de Olivares de Duero.

Es precisamente en el páramo de esta localidad donde se encuentra el mayor núcleo de nuevas plantaciones, en marcha desde 2018, que suma ya 235 hectáreas, todas ellas en ecológico. La altitud es similar a la que se registra en La Planta (entre 905 y 920 metros) y los suelos ligeramente más profundos dentro de la pobreza y escaso fondo que caracteriza estos terrenos yermos, llanos y sin abrigo. Más allá del mayor contraste térmico que aportan unas noches más frías, destaca la sanidad de la excelente ventilación; por algo la nueva finca de Olivares se llama Buenos Aires.

Las plantaciones en el páramo requieren una laboriosa preparación previa, que implica la extracción de gran cantidad de piedra y el uso de maquinaria específica para hacer hoyos de la profundidad necesaria para que la planta pueda enraizar bien en sus primeros años de vida.

Las necesidades de uva de la bodega se complementan con la compra a proveedores locales, algunos con más de dos décadas de relación con la casa. Casi todos están asentados en la provincia de Burgos, que es una fuente importante de viñedo viejo.

Dentro de la amplia gama de vinos se puede distinguir entre etiquetas más directas e inmediatas, comercializadas con su propia marca y casi siempre con presencia muy discreta del nombre Arzuaga, como el chardonnay Fan d’Oro (12 €, 30.000 botellas) que se elabora fuera de DO con viñas cultivadas en La Planta; Rosae Arzuaga (11 €, 30.000 botellas), un rosado con tempranillo del mismo origen, pero de vendimia relativamente temprana y prensado directo; y sobre todo La Planta (1,2 millones de botellas, 8,5 €), el tinto de entrada de gama de la casa con seis meses de barrica, pero la ligereza y frescura que aporta el viñedo del páramo. Aquí podría incluirse también Laderas del Norte (algo menos de 30.000 botellas, 18 €), el primer vino de Arzuaga con sello ecológico que se vende únicamente en hostelería. Se elabora con uvas de la finca Valdesardón, una ladera de suelos muy blancos en Olivares de Duero que presume de ser el viñedo más occidental de la DO.

Los Arzuaga propiamente dichos suelen incluir entre un 5% y 10% de cabernet y una presencia creciente de viñas viejas de la zona de Burgos a medida que se asciende hacia las cuvées más premium. A partir del Reserva solo se usa roble francés. El Crianza (19,50 €, unas 550.000 botellas, 16 meses en barrica) lleva en torno a un 25% de roble americano. Equilibrado y accesible, contrasta con un Reserva (30 meses, 75.000 botellas, 37 €), más necesitado de desarrollo en botella. Con menos tiempo en barrica, el Reserva Especial (24 meses, unas 6.000 botellas, 54 €) es uno de los tintos más completos por su estructura, textura y complejidad aromática. En el extremo opuesto se sitúa el Gran Reserva (82 €, unas 5.000 botellas) que, con 56 meses, defiende un estilo más maduro y evolucionado.

Para el top Gran Arzuaga (140 €, menos de 1.000 botellas) y el Amaya Arzuaga (menos de 3.000 botellas, 65 €) se trabaja conjuntamente la tempranillo con un 5% de la variedad blanca albillo mayor. Si el primero ofrece un perfil mineral y terruñista con potencia frutal y matices balsámicos, el segundo tiene un aire más moderno y salvaje (quizás influye el hecho de que se elabore con racimos enteros), pero su textura refinada lo hace muy accesible.

La bodega elabora del orden de dos millones de botellas al año. La dirección técnica corre a cargo de Adolfo González.