¿Cuáles son los límites de la viticultura en España? En un país de montañas, el cambio climático empuja a los productores a buscar enclaves cada vez más frescos y a mayor altitud. El último proyecto de la familia Gramona, un icono de los espumosos en el Penedès y abanderado de la marca colectiva Corpinnat, ha puesto la vista en la Cerdanya, una comarca en plenos Pirineos donde la elaboración de vino está documentada desde 1710.
La altitud, entre los 1.180 y los 1.280 metros, permite explorar las posibilidades de la viticultura de alta montaña en la que es ya una de las plantaciones de vid más elevadas de Europa. El viñedo se cultiva en terrazas de pronunciada inclinación (hay un 41% de desnivel entre la parte más alta y la más baja de la finca) en el municipio leridano de Riu de Cerdanya, al abrigo de la Sierra del Cadí y en la zona de influencia del parque natural de Cadí-Moixeró. El propio nombre de costes (ladera en catalán) alude a esta circunstancia.
Dentro del carácter extremo de la ubicación, las condiciones son relativamente favorables para la viticultura gracias a la mayor amplitud del valle y al hecho de que discurra de este a oeste en lugar de norte a sur, lo que permite encontrar exposiciones favorables y de mayor insolación. Jaume Gramona destaca las temperaturas moderadas y la gran cantidad de luz que permite que la uva madure sin que caiga la acidez.
La finca tiene dos zonas diferenciadas. La zona de ladera propiamente dicha, con cinco hectáreas ya plantadas con las que se elaboran vinos tranquilos; y una especie de meseta en la parte alta donde está prevista la plantación de otras cinco hectáreas para la producción de espumosos. En el viñedo conviven uvas internacionales con buena adaptación a climas fríos como la pinot noir, con castas catalanas que se sienten bien en zonas altas (montònec o parellada y muscat) La pinot noir, que supone las dos terceras partes del viñedo, es la variedad reina y también la uva elegida para la plantación destinada a espumosos. Hay también una parcela experimental de recuperación de variedades locales prácticamente desaparecidas como la neral, la blanca fina de Pedralba o la pirineos 1, que están siendo estudiadas en un proyecto conjunto con el INCAVI (Instituto Catalán de la Viña y el Vino).
Al igual que en las fincas de Gramona del Penedès, el trabajo en campo se realiza en biodinámica, sin pesticidas ni productos químicos, con preparados de origen natural y apoyándose en una pequeña explotación ganadera de vacas, toros y burros, pero con la dificultad añadida de tener que lidiar con un clima más extremo que obliga, por ejemplo, a cubrir las plantas con redes para protegerlas del granizo y las tormentas.
Las primeras etiquetas que han salido al mercado son cuatro vinos tranquilos con un nivel de producción casi experimental, ya que entre todos ellos suman poco más de 5.000 botellas.
La avanzadilla de la gama incluye tres blancos y un tinto. Entre los primeros, se encuentran Costes del Misteri (2.300 botellas, 23 €) un monovarietal de montònec (parellada) de 11% vol. que fermenta a partes iguales en acero inoxidable y barrica y luego se cría cuatro meses en barrica vieja y dos moscateles. Petit Costes (2.403 botellas, 15 € y 12% vol.) está elaborado en seco pero consigue un punto untuoso en boca gracias a la maloláctica en barrica usada, mientras que Dolç de Riu, es un dulce de hielo natural del que solo se han hecho 152 botellas. Existe un precedente familiar en este tipo de elaboraciones: en el Penedès, Gramona ha elaborado durante mucho tiempo un vi de gel con uvas congeladas en cámara con ayuda de nitrógeno líquido.
El único tinto hasta el momento es Costes dels Espadats, un pinot noir del que se elaboran apenas unos cientos de botellas, fermentado en barricas abiertas de 500 litros y criado posteriormente en 300 litros.