En la tierra de los graneles y las grandes cooperativas, este pequeño proyecto es una apuesta clara por las variedades autóctonas tratadas con mínima intervención. Detrás está Jesús M. Recuero, enólogo con una larga trayectoria como director técnico en distintas cooperativas y bodegas de Yecla y Castilla-La Mancha, y quinta generación de una saga de viticultores de Villanueva de Alcardete (Toledo) con bodega familiar propia desde 1873.
Sus abuelos y bisabuelos realizaban viajes de dos días en carro hasta Madrid para vender sus vinos en las tabernas de la capital. El padre empezó a embotellar en las actuales instalaciones de mediados de los cincuenta, que conservan la arquitectura y estructura de las bodegas tradicionales de la zona. Los vinos actuales son el fruto de un replanteamiento del negocio que se concreta en la primera elaboración de un tinto de brujidera (o moravia) en 2009, a la que siguió un tinto velasco en la cosecha 2009. A Jesús siempre le fascinó el modelo de pequeñas bodegas de Francia e Italia, orgullosas de exhibir en sus vinos las señas de identidad de sus regiones.
Recuero cuenta con 17 hectáreas en propiedad, casi todo viñedo viejo en vaso, repartido en tres zonas con suelos diferenciados: terrenos muy arenosos, otros más dominados por las arcillas y una última zona de canto rodado con caliza. También compran la producción de unas seis hectáreas en manos de proveedores. Elaboran unas 50.000 botellas repartidas en una docena de referencias. Todos los vinos se comercializan sin indicación geográfica, aunque certifican añada y variedad.
La gama Calambur está centrada en elaboraciones sin sulfuroso. Incluye blancos de airén (que ayuda a mirar con nuevos y mejores ojos a esta variedad), malvar, pardillo, verdoncho o gordal y cojón de gato, así como un clarete de moravia y dos tintos, elaborados uno con moravia, su variedad estrella y la referencia de la que elaboran más botellas (unas 5.000) y tinto velasco. Sin embargo, no todas las variedades se elaboran en todas las añadas. Las etiquetas están ilustradas con dibujos de animales. La fermentación y la crianza la realizan en las clásicas tinajas de hormigón de la zona; en los tintos se utilizan además porcentajes variables de barrica y en los últimos tiempos han empezado también a introducir tinajas de barro. Los precios de esta gama son muy asequibles, en el entorno de los 12 €.
Hay una segunda línea más clásica que sale al mercado como Recuero Guarda de Familia y de la que elaboran un blanco de airén y malvar y un tinto de tempranillo con precios ligeramente por debajo de los 30 €. En muchos de los vinos se hace alusión al nombre de Guzquía, una lengua de terreno calcáreo con arena en superficie que se extiende desde Yepes a Los Hinojosos donde cultivan muchos de sus viñedos.
Existe un segundo proyecto en la Sierra de Gata (Cáceres, Extremadura) gracias a una conexión familiar con esta región extremeña en la que aún sobrevive un viñedo tradicional de gran personalidad. Aquí trabajan con unas 10 hectáreas en torno al municipio de Villamiel con variedades tintas como piñuela (garnacha), rufete o tinto fino (tempranillo) y las blancas verdejo serrano (rufete blanco) y ojo de liebre. Concentran la vendimia en un par de días para poder trasladar las uvas en camión refrigerado a la bodega de Toledo donde se realiza la elaboración. De esta zona producen dos blancos, dos tintos y un espumoso (unas 3.000 botellas de cada uno) bajo la marca Antier (por anteayer, en referencia a un regreso al pasado) con precios entre los 10 y los 14 €.
Del conocimiento de ambas zonas ha surgido una tercera vía, original e irreverente, que consiste en mezclar uvas toledanas y extremeñas bajo la (muy apropiada) marca Mélangé con tres vinos criados bajo velo en versión blanca (nuestro favorito), clairette (muy diferente de cualquier rosado o clarete que se pueda imaginar) y tinto, todos ellos en la misma gama de precios.
