Inquieto y siempre dispuesto a aprender, Xurxo Alba es la cara visible de Albamar, una pequeña bodega een Cambados, en el valle del Salnés. De familia humilde, tanto sus instalaciones como las tres hectáreas que trabajan —propias y arrendadas— están a poca distancia del Atlántico, un hecho que se refleja en la filosofía de la bodega y en los vinos que elaboran en esta zona cercana a la desembocadura del río Umia, una zona protegida con mucha inmigración de aves en plenas Rías Baixas.
Cuando Xurxo era niño, fue su padre Luis quien plantó casi todas las viñas de albariño propias. Al perder su trabajo como albañil, Luis dedicó sus esfuerzos a elaborar un vino sencillo, que vendía a granel y sin etiquetar en el furancho familiar —una especie de taberna y ultramarinos que regenta su mujer Isabel y donde los paisanos tienen la oportunidad de comer una de las mejores tortillas de patata caseras de la comarca.
El regreso de Xurxo a casa en 2006, tras estudiar viticultura y trabajar como consultor, cambió la filosofía del negocio familiar, que pasó a llamarse Albamar. Ése fue también el nombre de su primer vino, que hoy en día continúa siendo el buque insignia de la bodega. Albamar (45.000 botellas, 11,50 €) es un monovarietal de albariño, fresco y con nervio, elaborado con uvas propias y compradas que se mantiene unos cinco meses en contacto con sus lías.
Poco a poco, Xurxo va evolucionando hacia una viticultura y un trabajo en bodega lo menos intervencionista posible. Tiene una viña experimental en la que no trata (y de la que coge parte de las uvas para su nuevo vino O Sebal), no labra el suelo (solo lo rompe un poco para oxigenarlo), prensa sus uvas con raspón, utiliza levaduras autóctonas y desde 2011 no hace fermentación maloláctica en su vino de entrada de gama. Sí que trabaja con sulfuroso —en mildiu y el oidio en esta zona costera atacan mucho— pero siempre haciendo un uso moderado y racional de los tratamientos.
Alma de Mar (2.000 botellas, 22 €) es otro albariño que nace de una parcela costera de suelos arenosos plantada por su padre. Aquí el trabajo de lías y con batonnage aporta un toque más graso y amable en boca pero con la presencia marina y mineral de su origen. No se elaboró en 2018 porque la viña sufrió un ataque de mildiu.
De esta misma parcela procede Finca O Pereiro (4.500 botellas, 21,50 €), un albariño con tensión que se elabora desde la añada 2012 y que fermenta de forma espontánea y se mantiene con sus lías durante cinco meses hasta el embotellado. Es una zona con suelos arcillosos, un lugar especial ganado al mar junto al campo de fútbol de Castrelo, donde Xurxo pasó muchas tardes de infancia pegando patadas al balón.
Pepe Luis (3.000 botellas, 22,50 €) es el homenaje a su hermano, que falleció en un accidente de coche a los 21 años. Es un albariño salino y mineral que comienza la crianza en acero inoxidable y la finaliza en barrica usada y con trabajo de lías. Procede de cinco pequeñas parcelas con cepas de unos 60 años plantadas en suelos arenosos cerca del mar.
En su afán por experimentar, desde la añada 2016 Xurxo elabora Albino (1.300 botellas, 18 €), un blanc de noirs de viña vieja de caíño (solo un 1% de la uva de Rías Baixas pertenece a esta variedad) que prensa durante 20 minutos antes de pasarlo a inoxidable y después a barrica de 500 litros, donde permanece hasta la siguiente vendimia. Con esta elaboración tan inusual, el vino está fuera de DO aunque Xurxo explica que esta elaboración no es novedosa en la zona. “Antiguamente se utilizaba espadeiro para hacer el corrido, un vino de lágrima para consumo propio”, explica.
También fuera de DO está O Sebal (2.600 botellas, 16 €), un albariño sin sulfuroso añadido y sin paso por madera que procede de una parcela alquilada de 60 años trabajada con viticultura convencional y suelos de granito. Como tuvo muchas pérdidas, en la añada 2018 también lleva uvas de su viña experimental, que aguantó mejor los ataques de mildiu.
Xurxo también elabora Sesenta e Nove Arrobas (3.300 botellas, 23 €), una selección de cinco parcelas de suelos graníticos con viñas emparradas de 40 años y crianza de 12 meses con sus lías pero sin batonnage. El resultado, que comenzó con 1.000 litros (69 arrobas), es un albariño de acidez penetrante y con un perfil salino y muy vertical perfecto para dejar reposar en el fondo de la vinoteca y ver la excelente evolución de la uva albariño trabajada en condiciones óptimas.
En homenaje a sus padres elabora Albamar Pai (10.000 botellas, 15,90 €) y Albamar Nai (1.300 botellas, 15,90 €). Pai es una ejercicio de búsqueda de un perfil de albariño con volumen y acidez integrada. Cada añada cambia los porcentajes que utiliza y mezcla vinos con y sin fermentación maloláctica y con y sin paso por madera. Para elaborar Nai, Xurxo Alba utiliza mencía plantada en Ferreira do Pantón, en Ribeira Sacra, que luego deja envejecer en roble durante medio año. Es un perfil más concentrado que Fusco (13.000 botellas, 12,50 €), un mencía fresco sin paso por madera con el que Xurxo Alba busca expresar la fruta. Lo elabora de viñedos que alquila en la zona de Chantada, con suelos de granito.
Antes de su incursión en Ribeira Sacra, Xurxo Alba ya había elaborado un tinto en Rías Baixas. Albamar O Esteiro (5.000 botellas, 22 €) mezcla racimos enteros de mencía, caíño y espadeiro pisados con los pies y que posteriormente fermentan en cubos de plástico antes de envejecer en barricas usadas sin filtrar ni clarificar. El vino mantiene ese perfil fresco y atlántico pero con una madurez que le da gran elegancia al vino. Desde la añada 2015, Alba elabora tres tintos con cada de una de estas variedades por separado con una producción individual que ronda las 700 botellas.
También en Rías Baixas elabora el tinto Capitán Xurelo (2.000 botellas, 11,95 €), un descarte de O Esteiro con el mismo coupage de variedades de la subzona del Salnés y crianza de 12 meses en barricas de roble que han pasado previamente por O Esteiro.
Además de en Rías Baixas y Ribeira Sacra, Xurxo Alba elabora también en Valdeorras. Se trata de Ceibo (3.300 botellas, 18,50 €), un godello que hasta la añada 2017 provenía de suelos de arcilla en el valle de Bibei a unos 500 metros de altitud, pero que desde 2019 (en 2018 no lo elaboró) lo elabora con uvas cultivadas en suelos de pizarra por un paisano mayor en su viña en A Rúa. Es un nuevo proyecto en el que Xurxo ha puesto toda su ilusión y donde tiene planes de elaborar algo con la garnacha tintorera y la mencía que este viticultor también cultiva.