El grupo de calados que conforma Conde de los Andes son el resultado de la progresiva expansión de las bodegas fundadas por Federico Paternina y Josué ubicada en Ollauri (Rioja Alta) en 1896. A lo largo de los años, la propiedad ha ido cambiando de manos hasta que en 2014 la familia Murúa (grupo Muriel , Elciego) la adquirió al grupo Eguizábal junto con su fantástica colección de vinos viejos.
Los Murúa son los artífices de la renovación de la vieja casa señorial de piedra (los calados habían sido restaurados en 2005) y la creación de una zona de recepción de visitas con una sala diáfana que permite albergar catas, exposiciones y conferencias. También han devuelto a este lugar el propósito original con el que fue creado: la elaboración de vino.
Los calados son un laberíntico conjunto de cuevas y pasillos unidos entre sí que suman casi un kilómetro de largo y están situados a una profundidad de entre 18 y 40 metros. Parece que se empezaron a abrir a finales de la Edad Media. En ellos quedan restos de grandes piedras de sillería y detalles arquitectónicos de estilo mudéjar. Una de las partes más notables, fechada entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII, fue excavada a pico y pala por canteros gallegos a los que Paternina homenajeó con su bandera en las etiquetas del vino Banda Azul.
Tras la compra se han inventariado 450.000 botellas de las cuales 40.000 son anteriores a la década de los setenta. El vino más viejo data de 1892 y es anterior a la fecha oficial de fundación de la bodega. En la colección destaca una cantidad notable de medias botellas y de vinos blancos.
Los actuales vinos de Conde de los Andes se nutren de un conjunto de 50 parcelas repartidas en 22 hectáreas y situadas fundamentalmente en Briñas y en su parte limítrofe con Labastida, Haro y el propio Ollauri. La gama arrancó en la cosecha 2013 con un blanco de viura fermentado y criado en barrica que en añadas posteriores incluye algo de malvasía, y un tinto de tempranillo. Ambos se comercializan como genéricos y se venden en el entorno de los 23 €. La producción total se sitúa en torno a las 35.000 botellas.
Hay un compromiso por parte de los nuevos propietarios de guardar entre el 15% y 20% de su producción para envejecer en los calados y lanzar como ediciones posteriores. De hecho, la bodega realiza embotellados periódicos de añadas viejas en ediciones limitadas. Algunas de las que se han comercializado hasta ahora son un semidulce de 2003, un blanco del 83 y algunas partidas de tintos de 2001 y 1970. La lista de cosechas antiguas que se comercializarán a lo largo de 2019 incluyen tintos de 2004, 2003 y 1998.
Otra línea más reciente de trabajo son los llamados “capítulos”, una colección de ediciones limitadas que exploran aspectos concretos de las viñas adscritas a Conde de los Andes y que se comercializarán entre los 55 y 60 €. La gama se ha estrenado con el Capítulo I, una Malvasía 2016 con buen recorrido e interesante acidez cítrica de la que se han hecho 1.938 botellas, y el Capítulo II, una Garnacha 2016 (1.162 botellas) de vibrante acidez y bien delineada en boca a partir de parcelas plantadas en 1910 y 1940.
En 2018, Conde de los Andes recibió el premio Best of Wine Tourism. No hay duda de que es uno de los lugares de Rioja que merece la pena visitar por su encanto y su tamaño un poco más intimista si se compara con otras bodegas históricas de la región. No en vano fue uno de los destinos del escritor norteamericano Ernest Hemingway en su visita a Rioja en los años cincuenta del siglo pasado.