Nacido en Gijón pero criado durante un buen tiempo con su bisabuela en el pueblo berciano de Albares de la Ribera, Germán R. Blanco, elabora vinos en Ribera del Duero, León y Rioja. Este cóctel de zonas en el fondo responde a sus orígenes familiares y trayectoria profesional (estudió y dio sus primeros pasos en Ribera del Duero). Aglutina todos sus vinos bajo el paraguas Lively Wines.
En Bierzo, el proyecto Casa Aurora que inició a principios de los 2000 es un homenaje a su bisabuela Aurora Alonso, una mujer fuerte de las de antes que vivió hasta los 106 años y fue de las primeras mineras de España. Tenía una única viña: La Galapana, que fue precisamente el primer vino que salió al mercado en la cosecha 2013 (unos 23 € en España). Es una pequeña parcela situada por encima de los 900 metros en una zona de bosques de castaños.
En la actualidad produce apenas 10.000 botellas repartidas en ocho etiquetas diferentes que elabora en una pequeñísima y coqueta bodega situada en el caso urbano de Albares de la Ribera.
Por su ubicación en zonas de montaña, la mayoría de las viñas están valladas (“a los corzos les encantan los brotes tiernos”, cuenta Germán). Albares de la Ribera es, según Blanco, una zona de transición entre la media y alta montaña del Bierzo con viñas que se sitúan entre 850 y 900 metros y que se llegan a vendimiar hasta un mes más tarde que las del valle. El municipio, que se encuentra fuera de la DO, es uno de los candidatos a participar en la ampliación de la zona de producción que se está estudiando en la actualidad.
En Albares, Germán cultiva tres hectáreas y trabaja uvas de otras dos hectáreas de viticultores locales. Son sus particulares “cepas mercenarias” que destina al entrada de gama Clos Pepín (11 €, unas 4.000 botellas).
Aparte de mencía, los viñedos tradicionales incluyen merenzao, alicante bouschet y la blanca palomino. En los suelos dominan las arcillas rojas con alto contenido en hierro y minerales (estamos en una zona minera por excelencia) y roca granítica descompuesta. La mayoría de los vinos incluyen porcentajes variables de uva blanca.
En elaboración trabaja con foudres, barricas, ánforas y tanques pequeños de flextank. Está eliminando prácticamente el uso de raspón porque considera que marca mucho los vinos en envejecimiento. Tiene dos blancos de palomino que elabora con uvas de terceros, Biba (21 €) y La Bota Biba (27 €), este último en ocasiones con algo de velo y desde la cosecha 2018 criado en una bota de oloroso de La Barajuela. Hay un divertido rosado de menos de 1.000 botellas -Pepink Clarete de Porrón- que en realidad es un 90% uva blanca de palomino manchada con tintorera y criada cinco meses en ánfora.
Los tintos incluyen el vino de municipio de mezcla de parcelas Poula y varios vinos parcelarios, todos ellos en el entorno de los 23-25 € en España. Poula significa abandonado en bable y se puede referir lo mismo a una casa, que a un paraje o a una viuda. En los vinos parcelarios suele poner en la etiqueta los nombres de sus antiguos propietarios. La lista incluye La Vendañona, una ladera inclinada y bien expuesta que da un carácter ligeramente mediterráneo; Valle del Río, con suelos de arcilla roja a 820 metros y más porcentaje de tintorera que aporta a la vez nervio, estructura y acidez y La Galapana, su vino más floral y delicado.
Las cuidadas etiquetas, obra de la diseñadora Marta Botas, han tomado como elemento gráfico de continuidad la “burrina” que tenía la bisabuela y a la que no hacía trabajar porque la tenía como animal de compañía.
Con 100.000 botellas de producción media, Quinta Milú es el proyecto de Ribera del Duero. Nace de la colaboración con un antiguo compañero de estudios, José Luis Herrero de Pablo, y su familia, viticultores de siempre de La Aguilera. Los Herrero poseen 10 hectáreas en la zona a las que se suman otras 10 (una en propiedad y nueve arrendadas) que aporta Germán R. Blanco. No se compra nada a terceros y todas las viñas con las que se trabaja están dentro de los límites del municipio.
Son 27 parcelas. La más joven, de 45 años y plantada en espaldera, ocupa cinco hectáreas y es la base de Milú (9,5 €, 70.000), el vino más fresco y asequible que constituye la base del proyecto. Milú, por cierto, es el apodo familiar del hijo mayor de Germán.
El resto es viñedo viejo sin que ninguna parcela supere la hectárea de extensión. En muchas de estas viñas es habitual encontrar cepas de albillo, garnacha y bobal junto a la tempranillo.
La gama de vinos se completa con La Cometa (14 €), un segundo vino de pueblo con algo más de profundidad y mayor cantidad de viñedo viejo en el ensamblaje, y una línea de tintos parcelarios que buscan llamar la atención sobre aquellos suelos que se escapan del perfil arcilloso con distintos porcentajes de caliza que caracteriza al municipio. Así Viñas Viejas se elabora con dos parcelas enfrentadas con alto contenido en caliza; Bellavista se asienta en gravas; Valdevicente en arena, hasta el punto de que quedan algunas cepas en pie franco en la parcela y, por último, El Malo nace en un suelo de arcilla pura que solo brilla en las añadas más frescas y que no se elabora todos los años. Se venden en el entorno de 22 € salvo El Malo que ronda los 42 €.
El último proyecto del enólogo asturiano está en Rioja. Con unas 70.000 botellas en producción se centra en un único y asequible vino, La Bicicleta Voladora (8 €), que se elabora con uvas de San Adrián (Navarra) y Calahorra (La Rioja) y tiene un toque de viura vieja acompañando a la tempranillo para aportar frescor. La crianza, inspirada en los “riojas madurados” de antaño que se afinaban en cemento, se realiza en depósitos de hormigón, ánforas y tanques de flextank. Germán cada vez utiliza más las ánforas para oxigenar brevemente sus vinos antes del embotellado. En el caso de este rioja, se consigue un estilo muy accesible y fácil de beber.