Ana Carazo es “La Loba”, pero no la primera de la familia. El nombre es el apodo con el que se conocía a su abuela en Matanza de Soria, una localidad de la Ribera más remota y desconocida. De hecho, quien aparece en la etiqueta del vino es la abuela tal y como siempre la recuerda Ana, junto a la “puerta verde” de la vieja casa familiar.
Ana no se crió en Soria, sino en Alicante donde sus padres tenían una distribuidora de vinos que servía también a Murcia y Albacete. “Yo he crecido en ese entorno, danzando de bodega en bodega”, cuenta. Fue Mariano García (Mauro) quien le recomendó estudiar en Requena y quien le facilitó sus primeras prácticas en Aalto. A partir de entonces siguió aprendiendo en otras bodegas de la zona como Cillar de Silos o Astrales y en distintas regiones: estuvo brevemente con José María Vicente en Casa Castillo (Jumilla), en Paixar (Bierzo) y fuera de España en la bodega de Chinon (Loira) de Bertrand Sourdais (Antídoto, Dominio de Es) y en Nueva Zelanda.
En Bierzo aprendió a recuperar viñedos abandonados, lo que le ha permitido realizar una labor similar en su tierra de origen. También hizo sus pinitos en una distribuidora de vino madrileña porque “me gusta la gran diversidad de trabajos que hay en el vino”.
Su proyecto personal arranca muy despacio en 2011 con La Loba (unos 28 €, 6.000-7.000 botellas) alquilando un espacio en Bodegas Neo. Hoy trabaja más de 100 parcelas entre propias y alquiladas que apenas suman cinco hectáreas (el minifundismo es notorio en Soria donde la concentración parcelaria no ha tenido apenas incidencia) y cuenta ya con dos pequeños locales habilitados en Matanza, mientras planea edificar allí una bodega en condiciones en el futuro.
La filosofía es de mínima intervención, sin adición de sulfuroso hasta que el vino está en barrica y en general con poca extracción. La Loba es un monovarietal de tempranillo que fermenta en acero inoxidable y hace maloláctica en barrica usada, luego pasa un mes a tanque y acaba envejeciendo 10-12 meses en barrica. Busca la expresión desnuda del suelo junto a las sensaciones frescas de una de las zonas de mayor altitud de la Ribera (la media de sus viñedos es de 960 metros). “Aquí el juego esta en los suelos ya que la variabilidad es impresionante, y también en las orientaciones”, explica Ana Carazo.
En 2015 lanzó La Lobita (unos 18 €, poco más de 1.000 botellas), un segundo vino con algo de albillo junto a la tinto fino que fermenta y hace maloláctica en barrica de 500 litros y que ofrece marcadas notas ahumadas junto a la fruta dulce. En el futuro le gustaría lanzar más líneas de vinos y presentar incluso ediciones limitadas con idea de dar valor a los pueblos de la zona y reflejar su personalidad. En proyecto está un vino de Piquera de San Esteban, municipio colindante con Atauta pero que queda fuera de los límites de la DO y que saldrá como VT Castilla y Léon. Y más al este trabaja ya tres parcelas en Navapalos, también fuera de DO.