Al arquitecto gaditano Alejandro Muchada le interesaba la agricultura ecológica pero desconocía totalmente el mundo del vino hasta su primera vendimia en Champagne en 2011. Por una serie de casualidades, acabó trabajando con David Léclapart, elaborador de culto y uno de los principales defensores de la biodinámica, con el que entabló amistad y al que ayudó de nuevo en la siguiente vendimia.
Tras formar parte de Alba Viticultores durante los primeros tiempos de esta pequeña bodega sanluqueña, Muchada se empezó a interesar cada vez más por el campo. Con el apoyo, la experiencia y el ejemplo de su amigo Léclapart y convencido de que este modelo tiene futuro en Sanlúcar, Muchada decidió hacerse agricultor a tiempo completo y trabajar las dos pequeñas parcelas que tenía arrendadas.
Desde 2016 Muchada y Léclapart cuentan con una pequeña bodega alquilada en el barrio alto de Sanlúcar, tres hectáreas de viña trabajada en biodinámica y media docena de vinos blancos elaborados sin flor y sin encabezamiento (incluido un espumoso ancestral anecdótico) que buscan la expresión y la autenticidad de la palomino y la albariza. Este es su modelo de negocio: artesanal y con control propio desde la viña a la botella. Muchada es quien gestiona el día a día del proyecto, mientras que Léclapart viaja a Sanlúcar para la vendimia, el embotellado y en otras ocasiones puntuales durante el año.
Cuentan con una parcela en propiedad —La Platera— y dos alquiladas. La de Miraflores Alta, que llevaba tres años sin ser podada cuando la cogió Muchada, tiene viñas viejas de listán blanco (palomino). También alquilan 0,7 hectáreas en el pago Abulagar, en Chipiona, con moscatel de 40 años plantado en suelos de arena. Es una zona donde apenas subsiste el cultivo de la vid, pero ellos están recuperando la suya con técnicas como la confusión sexual para evitar enfermedades, labrar intercepas y plantar cubierta verde con tréboles para fijar nitrógeno y crear biodiversidad.
La Platera, 1,7 hectáreas también en el pago Miraflores, es de su propiedad desde principios de 2017. La parte alta de la finca está coronada por cepas de 60 años plantadas en albariza pura mientras que en la parte baja, con suelos más arcillosos, se encuentran las viñas jóvenes (20 años) que son en su mayoría de palomino california, el clon más productivo que domina hoy en día en el Marco. Orientada a los vientos frescos de poniente, La Platera es más sensible al mildiu pero también da vinos con menos grado alcohólico.
Todos sus vinos se vinifican por parcelas y por variedades, incluso separando el palomino fino del antiguo. La elaboración es sencilla: después de vendimiar a mano a primera hora de la mañana en cajas de Champagne —más grandes que las habituales en España— las uvas pasan a una prensa horizontal. Para evitar el acero inoxidable que, según ellos, ioniza los vinos y los hace estar menos tranquilos, fermentan en unos depósitos de acero macizo revestidos con pintura cerámica interior y sin equipo de frío (el ambiente se refresca con dos aparatos de aire acondicionado). Solo añaden 3g/hl de sulfuroso durante el prensado y los vinos ni se filtran ni se clarifican. A pesar de esta sencillez, Muchada y Léclapart no definen sus vinos como naturales.
Aunque elaboraron 4.000 botellas de la añada 2016 —todas vinificadas en bota— prefirieron esperar a lanzar su proyecto hasta la añada 2017 (16.000 botellas). Querían que el público se hiciera una idea clara y real de lo que van a ser los vinos de Muchada-Léclapart, que no están acogidos a ninguna DO.
Yendo a contracorriente de la tradición de vinos dulces de Chipiona, en 2017 decidieron hacer un vino seco con la moscatel, pero solo cogieron 1.600kg. Como no era suficiente para su prensa de 4.000kg, la mezclaron con palomino (45%) y el resultado es Elixir (4.000 botellas, 45,70 €), un vino exótico y diferente, con la exuberancia aromática de la moscatel pero matizada y refinada por el palomino, que le otorga salinidad y persistencia en boca.
Además de Elixir, las dos cuvées principales son Univers (4.000 botellas, 28,95 €) proveniente de la viña joven de La Platera que fermenta en depósito de acero con sus lías pero sin batonnage y Lumière (6.500 botellas, 57,95 €), un palomino viejo de la parte de arriba de La Platera criado durante nueve meses en barrica bordelesa con más mineralidad, complejidad y madurez.
Completan la gama Étoile (2.500 botellas, 45,70 €) un palomino de viña vieja criado en botas de manzanilla de Ignacio Partida, capataz del Armijo, en el que asoma el carácter que la bodega imprime en los vinos de jerez y Vibrations (300 botellas en 2017, 700 en 2016, 45,70 €), un originalísimo palomino macerado con pieles al que el tiempo extra en botella le sienta de maravilla para redondearse.
Todos los vinos de Muchada-Léclapart, nombrados con elementos naturales relacionados con la biodinámica, son salinos, largos, elegantes y con marcada personalidad, muy diferentes a la idea del Marco de Jerez que se tiene en España y especialmente en el extranjero.