Bodega veterana del txakoli vizcaíno, la marca Gorrondona existe ya como tal en los años 70, pero el proyecto actual data de principios de los noventa cuando cuatro socios con perfiles profesionales muy complementarios deciden apostar por dignificar este producto local con escaso reconocimiento cualitativo y compran una bodega situada en la localidad costera de Bakio. Es la época de desarrollo y profesionalización del txakoli con el apoyo e impulso del departamento de agricultura del Gobierno Vasco y la creación del Consejo Regulador en 1994.
El equipo está formado por Julen Frías, ingeniero técnico agrícola y responsable del área de viticultura; Itziar Insasuti, enóloga: su hermano Egoitz Insausti, licenciado en Químicas, que trabaja a caballo entre viñedo y bodega; y Andoni Sarratea, periodista, encargado de la comercialización y comunicación, y que ya no está vinculado al proyecto.
Doniene quiere decir San Juan en euskera (San Juan es el patrón de Bakio y muy cerca se encuentra el famoso islote de San Juan de Gaztelugatxe, coronado por una pequeña ermita) y Gorrondona es el nombre del caserío originario de 1852 que alberga las instalaciones de elaboración. Sorprende la presencia de una destilería, toda una rareza en la zona, de la que salen las clásicas versiones de aguardientes de orujo blanco y de hierbas, pero también un aguardiente con algas. La segunda rareza es el espumoso método tradicional Apardune (1.600 botellas, 26 €) elaborado con la variedad local hondarrabi zuri y un pequeño apoyo de folle blanche.
La bodega cultiva unas 14 hectáreas de viñedo en el propio municipio de Bakio, siete de ellas de reciente plantación, y compran también en distintos puntos de Bizkaia. “La compra de uva es problemática porque no existe la figura del viticultor y lo habitual aquí es que quien cultiva el viñedo sea también productor,” explican. El cultivo ecológico lo consideran de momento inabordable por los altísimos índices de humedad que se registran en la zona.
Defienden el trabajo con variedades autóctonas, fundamentalmente la blanca hondarrabi zuri y la tinta hondarrabi beltza. La folle blanche la utilizan solo de complemento y la están sustituyendo paulatinamente en sus viñedos porque tiene el hollejo muy sensible y le cuesta alcanzar grado. Consideran que la cercanía del mar es un elemento fundamental que contribuye a aportar a los vinos matices yodados y salinos. Sus vinos top se elaboran íntegramente con uvas de Bakio, municipio que para ellos es “cuna y referente del txakoli”.
La elaboración se sitúa en torno a las 100.000 botellas anuales de las cuales un 25% se destina a la exportación con Estados Unidos como principal mercado (su importador en este país es De Maison Selections). La gama se inicia con Gorrondona (unas 70.000 botellas, 12 €, botella rin), una mezcla con base de hondarrabi zuri, algo de beltza vinificada en blanco y mune mahatza (folle blanche) fermentada en acero inoxidable. Un paso más arriba está Doniene (16 €, unas 20.000 botellas), un monovarietal de hondarrabi zuri con seis meses de lías que puede considerarse el arquetipo de un buen txakoli y la prueba de la consistencia en boca que puede alcanzar la hondarrabi zuri sin renunciar a su acidez característica. Con la misma base de este último vino pero solo con uvas de Bakio, en añadas muy específicas elaboran Ondarea, un blanco fermentado en Barrica (10.000 botellas, 22 €) que pasa cuatro meses con sus lías. Existe también un anecdótico Doniene XX, una edición especial de apenas unos cientos de botellas en la que alargan la crianza en barrica hasta los siete meses.
Pero sin duda, la gran sorpresa de la bodega es el Gorrondona tinto (4.000 botellas, 175 €), un monovarietal de hondarrabi beltza también solo de Bakio que mezcla raza, rusticidad (que no astringencia), un carácter frutal y apimentonado que no deja dudas de su parentesco con la cabernet franc y un atractivo punto salvaje. Por lo visto, este vino es fruto de la cabezonería personal de la enóloga, que lleva 20 años elaborándolo pero con el que no consiguió dar un salto cualitativo importante hasta que hicieron su selección de levaduras autóctonas allá por la cosecha 2014.
La última incorporación es Iri (unas 2.000 botellas, 19 €), el único vino de finca de la bodega hasta la fecha, elaborado a partir del viñedo Iri Mingorrieta, una finca de ocho hectáreas y media y cinco de viña que explora una zona de cultivo no tradicional en área de monte, con suelos más pobres y mayor altitud (250 metros). Con mayor madurez de fruta y más concentración debido a los bajos rendimientos naturales de la finca, pero sin perder la acidez característica de la región, se elabora con levaduras naturales, crianza con lías en acero inoxidable y no se añade sulfuroso.
Y desde la cosecha 2019 se elabora un nuevo tinto. Ho-Be (mejor, en euskera y las iniciales de la hondarrabi beltza) pasa solo cuatro meses en madera pero madura un año de depósito y otro en botella. El reposo le viene bien para matizar los aires septentrionales y suavizar la textura.
La bodega está abierta a visitas y catas, y también se puede comer en ella reservando previamente. Los vinos pueden adquirirse en su tienda online.