A finales de los años noventa, el empresario Alfonso Cortina, amante declarado del vino, decidió poner en marcha su propio proyecto vinícola en su finca de caza situada en Ciudad Real, en la zona de los Montes de Toledo, muy cerca del Parque Natural de Cabañeros y de la finca de Carlos Falcó, el pionero de los vinos de calidad en Castilla-La Mancha, quien le animó notablemente a dar el salto a la elaboración. Se da la triste coincidencia de que ambos empresarios fallecieron a causa de la pandemia del coronavirus entre marzo y abril de 2020.
Muy conocido internacionalmente por haber ocupado la presidencia de Repsol entre 1996 y 2004, Alfonso Cortina buscó el asesoramiento de Richard Smart para iniciar la plantación del viñedo. En una zona sin tradición vitícola, la elección de variedades se orientó hacia las clásicas bordelesas y del Ródano incluida una viognier con muy escasa implantación en España. El primer vino en salir oficialmente al mercado fue de la cosecha 2006.Desde junio de 2019 cuenta con el reconocimiento de DOP Vino de Pago.
En la actualidad se cultivan 31 hectáreas de viñedo con presencia de cabernet sauvignon (8 Ha), syrah (7 Ha), merlot (6 Ha), viognier (5 Ha), cabernet franc (3 Ha) y petit verdot (2 Ha), aunque el proyecto está dimensionado para alcanzar las 50.
En la bodega, de diseño muy amplio, funcional y ordenado, se producen unas 200.000 botellas al año pero el objetivo es alcanzar las 300.000. Todos los vinos fermentan en acero inoxidable salvo el blanco que lo hace parte en barrica y se utilizan tinos para la maloláctica de algunos tintos. Cuentan con el asesoramiento de la familia Boissenot, muy reputados en Burdeos ya que tienen a casi todos los grands crus del Médoc entre sus clientes, y auténticos expertos en ensamblajes (aunque mucho menos mediáticos que Michel Rolland). Vallegarcía es su único cliente en España y su trabajo se ha centrado especialmente en conseguir finura en los taninos.
La gama de vinos distingue entre las variedades bordelesas y del Ródano. Los tintos arrancan con la etiqueta de entrada de gama Petit Hipperia (90.000 botellas, 12,5 € en España), una mezcla variable de variedades tintas con base de cabernet sauvignon y cabernet franc, para seguir con el Hipperia (unos 25 €), que sería la versión superior del mejor ensamblaje posible de variedades tintas bordelesas, mientras que la syrah se embotella por separado bajo la marca Vallegarcía (19-20 €). Lo mismo ocurre con el blanco Vallegarcía Viognier (unos 19 € en España), que mezcla vinos de barrica y de depósito y está demostrando una buena evolución en botella (la prueba fue un 2005 que pudimos probar durante la celebración del décimo aniversario de la bodega). Existe también el blanco de entrada de gama Miriade (unos 8 €), elaborado también con viognier pero sin tocar la madera.
