Proyecto iniciado en 2002 de la mano del empresario local Fernando Maíllo, con el apoyo de dos socios americanos. Originario de Sequeros, Maíllo está muy comprometido con la zona y, de hecho, la familia cuenta con un pequeño y coqueto hotel de tan solo cuatro habitaciones que se incluye en su oferta de enoturismo.
La bodega toma su nombre del periodo geológico de formación de la sierra. Cámbrico comenzó modestamente explorando las posibilidades de las variedades locales (rufete, tempranillo y calabrés o garnacha) y en 2006 se inauguraron sus actuales instalaciones en el municipio de Villanueva del Conde que combinan a la perfección funcionalidad, arquitectura y una ubicación que ofrece fabulosas vistas de la región.
Gestionan 11 hectáreas de viñedo de las que 6,5 son propias y casi todas las restantes controladas directamente por ellos o propiedad de gente muy cercana. La mayor parte de sus viñas están ubicadas en la llamada Ladera del Pocito que desciende montaña abajo desde la bodega y otras laderas colindantes en las que priman los suelos graníticos.
Es un paisaje de sierra muy exuberante por la alta pluviometría de la zona (supera los 1.000 mm anuales) que ha exigido una importante labor de recuperación de viñedo. Por el camino se han quedado algunas parcelas pequeñas y aisladas tanto por la presión de la fauna local como por su difícil acceso. Desde el inicio hay un compromiso claro por trabajar en ecológico. El 80% de las viñas tienen más de 50 años y el 50% más de 80. La media de rendimientos se sitúa en los 4.000 kg/ha.
En elaboración trabajan con porcentajes variables de raspón en función de la añada pero nunca con un 100%. La fermentación alcohólica tiene lugar en depósitos de acero inoxidable con excepción del blanco y la maloláctica en barrica. La bodega está diseñada para trabajar por gravedad mediante el uso de ovis tanto para llenar los depósitos como para remontar y descubar. En la crianza se utilizan barricas de 300 y 500 litros. La producción ronda las 30.000 botellas de las que un 70% se destina a la exportación.
En la añada 2016 se produce una reestructuración importante de la gama para dar mayor visibilidad a la variedad reina de la zona, la rufete y llevar el nombre de los municipios a la etiqueta. Así, se crean dos rufetes de entrada de gama bajo la marca Viñas del Cámbrico en el entorno de los 15-17 €: Villanueva (por Villanueva del Conde) y Miranda (por Miranda del Castañar). De cada uno se hacen en torno a 5.000-6.000 botellas.
Por encima, hay dos expresiones parcelarias de rufete con producción muy reducida que no van mucho más allá de las 1.000 botellas y precios que rondan los 55 €. La primera, El Pocito, procede de un viñedo muy viejo de suelos de granito en Villanueva del Conde, mientras que Valleoscuro refleja la personalidad de un viñedo de Garcibuey plantado en suelos de pizarra.
El vino de coupage, que mezcla las tres variedades tintas de la zona —tempranillo, rufete y garnacha o calabrés- es 575 Uvas de Cámbrico (20 €, en torno a 5.500 botellas).
La gama se complementa con monovarietales de producción muy limitada: Cámbrico Tempranillo (38 €, 500 botellas), Cámbrico Calabrés (garnacha), muy anecdótico ya que sólo se hacen una o dos barricas y no todos los años, se embotella en mágnum y se comercializa en torno a los 120 €, y, de prueba obligada, los rufetes blancos.
La rufete blanco es la variedad más tardía de la zona y es capaz de ofrecer grandes dosis de acidez, buen volumen en boca y una nada despreciable capacidad de desarrollo en botella. La primera añada en el mercado fue 2014 aunque ya se venía experimentando con ella en bodega. Tras su autorización por parte de la DOP podrá llevar la contraetiqueta oficial a partir de la cosecha 2020. Aquí también ha habido una evolución porque el blanco originario se desdobla a partir de la añada 2016 en Viñas del Cámbrico Pizarra y Viñas del Cámbrico Granito. La producción es de unas 1.000 botellas en cada caso y en España se vende por unos 29 €.
Las visitas, muy recomendables, se han de concertar con antelación. Son siempre grupos muy pequeños con los que se recorre primero el viñedo para pasar después a visitar la bodega y disfrutar de una cata en su fabulosa terraza.
