La calle Clavel ha sido la sede de esta casa jerezana desde su fundación en 1874. Fue Emilio Hidalgo Hidalgo quien adquirió viñedos en los pagos de Añina y Carrascal y estableció el negocio, que a día de hoy sigue controlado por la quinta generación de la familia Hidalgo.
Se trata de una construcción tradicional, típica de las bodegas jerezanas, con patios centrales, paredes gruesas en sus naves de crianza, suelos de albero, techos altos y ventanas en la parte superior cubiertas de esterones de esparto que dejan entrar aire fresco, evitan la luz solar y propician la humedad necesaria para mantener las condiciones ideales para que se desarrolle el velo de flor y la crianza oxidativa en los vinos de la casa.
Su vocación exportadora se mantiene hoy en día —llegaron a tener sede en Londres a principios del siglo XX— pero ya no conservan los viñedos, vendidos por la tercera generación para centrarse en el trabajo en bodega. Ahora compran el mosto ya fermentado (y a veces encabezado) a sus dos o tres proveedores habituales, una práctica bastante común en el Marco de Jerez.
La filosofía de Emilio Hidalgo es mantener vivo el legado familiar y un estilo de elaborar y mezclar vinos, más allá de modas y estrategias comerciales. Su gama más representativa comienza con el Fino Hidalgo, destinado a la exportación y el Fino La Panesa (10.000 botellas, 30 €) un vino punzante, delicado, complejo y sin apenas filtración. Proviene de una solera fundada en 1962, coincidiendo con el nacimiento de Alfonso Hidalgo, uno de los miembros de la familia. Las levaduras que forman su velo de flor pueden llegar a alcanzar hasta dos centímetros de grosor para lo que requiere una temperatura, humedad y nutrientes adecuados durante los 15 años —un tiempo muy superior a lo habitual en vinos finos— que reposa antes de ser embotellado sin filtrar en varias sacas anuales.
La bodega produce dos amontillados, el Tresillo y el Tresillo Viejo 1874, de una misma solera instaurada en ese año y llamada así por un antiguo juego de cartas. El primero (24 €) se somete a una crianza biológica de unos nueve años seguida de una crianza oxidativa de unos seis años mientras que el viejo, con mucha concentración y carácter, tiene una edad media que ronda los 50 años (3.000 botellas, 78 €).
Los palos cortados Marqués de Rodil (23 €) y Privilegio 1860 (260 €) son muy escasos, especialmente el último, que es uno de los grandes de Jerez y del que solo hay 150 botellas en dos sacas anuales provenientes de una solera que data de 1860. El Oloroso Gobernador tiene una excelente relación calidad-precio (15 €) y cuenta con unos 12 años de vejez media. Es la versión más joven del Villapanés (29 €), de 20 años de edad media y redondez y potencia en boca.
La gama se completa con el dulce Santa Ana Pedro Ximénez 1861, una de las joyas de la bodega y con una edad cercana a los 100 años (250 €). Proviene de una solera fundacional por lo que tiene una densidad y una concentración espectacular y se rocía con otros muy viejos para seguir manteniendo esta solera centenaria. De este vino apenas se produce un centenar de botellas anual.
La bodega sólo acepta visitas previa confirmación.