CERRADO INDEFINIDAMENTE
Inaugurado en 2008 por el catalán Sergi Ferrer-Salat, un conocido amante del vino que también es copropietario de la bodega del Priorat Ferrer Bobet, Monvínic se ha convertido rápidamente en uno de los mejores destinos vinícolas del mundo. Aunque suene grandilocuente o excesivo para un simple bar de vinos, lo cierto es que refleja muy bien las crecientes cotas de sofisticación que existen ahora en el consumo de vino. Y, probablemente, ningún lugar muestra mejor la manera en la que un simple líquido tinto y alcohólico servido en un vaso de cristal en una barra se ha transformado en una de las bebidas más sofisticadas del momento.
Miles de botellas de vinos catalanes, españoles y literalmente de todo el mundo se almacenan en la elegante bodega acristalada que constituye el centro y la base de este moderno pero acogedor local del Eixample barcelonés. La extensa oferta de vinos por copas se suma a la selección de botellas que pueblan una carta de proporciones bíblicas, tanto que lo que el sumiller pone en manos del cliente a su llegada al establecimiento es una tableta digital con el último software ideado por la casa para facilitar la búsqueda y consulta de los vinos.
Como el vino y la comida son probablemente el matrimonio mejor avenido del mundo, no hay que pasar por alto el restaurante que alberga el bar (¿o es el bar el que alberga el restaurante?) centrado en platos creativos a tono con la tendencia de las tapas. Hay un menú del día muy bien recibido por aquellos clientes que prefieren beber algo más sofisticado que el típico rioja joven que ofrece a esa hora la mayor parte de los restaurantes de Barcelona. También se puede comer a la carta eligiendo entre un buen número de opciones que cambian constantemente en función de la temporada y las tendencias gastronómicas. M. H.
